Veo entrar al templo de mi parroquia a un hombre de unos 50 años, que muestra en su rostro un cierto nerviosismo, pequeños gestos de incomodidad y duda en sus pasos. Me acerco, le sonrío, y antes de que lo salude se me adelanta: "Padre estoy tan incómodo, porque hace tantos años que no entraba en una iglesia y"... Lo interrumpo: no se preocupe, los que estamos aquí buscamos a Dios porque somos grandes pecadores.
Los santos se han sentido muy deudores del amor de Dios : "Soy un pecador que ama a Jesucristo" (san Josemaría). Un bautizado no se sorprende de sus tentaciones y pecados, sí le duelen y quiere no hacerlos más.
El evangelio de hoy, Primer Domingo de Cuaresma, nos trae a nuestra consideración las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús asume perfectamente nuestra condición humana enfrentando las argucias del demonio. No consciente el pecado porque no forma parte de nuestra naturaleza.
Jesús, al experimentar la tentación, quiere "entrar en el drama de la existencia humana -esto forma parte del núcleo de su misión-, recorrerla hasta el fondo, para encontrar así a "la oveja descarriada", cargarla sobre sus hombros y devolverla al redil" (Ratzinger, Jesús de Nazaret, I). Y animarnos con su ejemplo a una lucha llena de esperanza: "Confía, yo he vencido al mundo" (Juan 16,33).
Volviendo a mi feligrés -que ha retornado a su vida cristiana-, es tan comprensible su situación, porque efectivamente nos cuesta reconocer que somos pecadores, ahí tocamos el "drama" de nuestra existencia. Por eso algunos evitan decir la palabra "pecado" y lo reemplazan por "error", "olvido", "desacierto", "equivocación", etc., que no significan lo mismo. Son expresiones autorreferenciales, de una moral ensimismada, que se mira en un espejo, tensionando y ahogando toda nuestra vida.
La palabra "pecado" remite solo a una persona: Dios. "Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad en tu presencia" (Salmo 50,5-6).
El evangelio de hoy junto a la oración del Padrenuestro, nos recuerdan que Jesús no nos sugirió pedir "no nos mandes tentaciones", sino "no nos dejes caer", ya que siempre las experimentaremos. Por eso no hay que pasarse de listo con el diablo, es "el más astuto de los animales del campo" (Génesis 3,1)... preguntémoselo a Eva. Además, la tentación es cautivante: "El árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia" (Génesis 3,6), pero es mentirosa, no da ni siquiera una caricatura de la felicidad que ofrece.
Por eso debemos imitar al Señor: "Vete, satanás" (Mateo 4,10). Jesús no dialoga con el demonio o la tentación, que es lo mismo. Sus respuestas podríamos decir no son suyas, porque son todas parcas referencias bíblicas: "Lo dejó el diablo" (Mateo 4,11).
Pero Padre, ¿por qué es tan importante no cometer pecado si yo no soy bautizado o he dejado de creer? La experiencia de más de 40 años de vocación me grita una verdad: el pecado degrada y causa tristeza como persona y como cristiano. En la vigilia Pascual tenemos cinco adultos que se van a bautizar y esta decisión se les nota hasta en sus caras, son más felices de verdad: "Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso" (Salmo 50,14).
¿Qué quiere un párroco para sus feligreses?, ¡Que sean felices! Y no hay alegría más grande que amar a Jesús. Si lo mínimo para amar a una persona es evitar ofenderla, la lucha contra la tentación y el pecado tiene un sentido positivo y constructivo . Para un alma enamorada sí vale la pena: "En todas estas cosas vencemos con creces gracias a aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Romanos 8,37-39).
Consejo para esta Cuaresma, ¡aprovechemos de confesarnos!: "Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado" (Salmo 50,3-4). Y seremos muy felices.
"Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo... le dijo Jesús: Vete, satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían".Mateo 4, 1; 10-11