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Cartas
Sábado 25 de febrero de 2023
La humanidad humillada
Señor Director:
Hoy ya no se puede disimular ni menos justificar el carácter maligno y en extremo peligroso del giro que está tomando el acontecer mundial. Los responsables de gobernar a las naciones y velar por el bien común en justicia ya no gobiernan sobre personas, sino sobre cosas, aquellas que forman el constructo económico, tecnológico, político y estratégico en perpetuo crecimiento, eso que todos llaman el “país”. Palabra en la que, de hecho, la gente no tiene cabida. Son las cifras de macroeconomía, los grandes emprendimientos, los récords de todo tipo en la competencia por los liderazgos continentales y mundiales, eso es lo único que cuenta a la hora de evaluar una política exitosa, mientras los más poderosos y más ricos se hacen cada vez más poderosos y más ricos, en desmedro de la gran masa de la humanidad que, en su mayor parte, no tiene cómo terminar el mes.
No se necesita mucha inteligencia para deducir que esto no puede terminar bien.
Con mucho acierto los noticiarios de TV, cuando informan sobre la guerra en la Europa Oriental, dicen: “La guerra de Putin en Ucrania”. Porque en verdad todas las guerras tienen su Putin y un responsable supremo que se echa encima la terrible responsabilidad de enviar a sus jóvenes ciudadanos a una muerte casi segura, y eso por capricho personal o la presión de fabricantes de armas, petroleros, proveedores de servicios generales, y otros (Irak).
Muchos de estos mandamases son cristianos. Hitler también lo era, y al comienzo de su dictadura comulgaba en la plaza pública con su Estado Mayor. Un noticiario de TV muestra a Putin orando en una iglesia ortodoxa. En fin... la conclusión que se puede extraer de todo eso es que no hay peor ateo que el ateo religioso. Los que crucificaron a Cristo también eran religiosos.
Los poderosos, cuyos conflictos contemplamos ahora impotentes, nos pueden llevar a una guerra atómica de la que nadie saldría vivo. Ellos lo saben mejor que nosotros, pero ¿se atreverán a tanta locura? Pregunta que ya no sabemos cómo responder, pues ellos demuestran tener suficiente alienación mental como para temer lo peor.
Sería conveniente pedirle al Papa Francisco que invite a Roma a gran cantidad de líderes espirituales de todos los credos para que sin protocolo le dijeran al mundo lo que los poderosos no quieren oír, y les exigieran en nombre de la humanidad renunciar a todas sus pretensiones, esas que nos están empujando a una catástrofe capaz de erradicar la vida de la tierra.
Gastón Soublette