Llevamos varios domingos escuchando "El sermón de la montaña", el Evangelio de San Mateo cuando Jesús explica lo que es el Reino que ha venido a instaurar y cómo se pertenece a él.
Comienza con las bienaventuranzas, que son la hoja de ruta del cristiano , y luego profundiza en importantes características de esta forma de vida. Hoy escuchamos en qué consiste la justicia en este reino de Dios.
Sabemos que hay distintas formas de reaccionar ante el daño que nos puedan hacer los demás. Tal vez la más primitiva tiene que ver con la venganza, donde se devuelve al otro el daño infligido, incluso con creces. La venganza, mezclada con la fuerza y el poder, es la que termina sometiendo al otro y apropiándose de lo suyo. Una parte importante de la historia de la humanidad se ha movido así. Aunque hoy lo reconocemos como barbarie, este impulso primitivo sigue teniendo mucha fuerza entre nosotros.
A medida que se va desarrollando la sociedad, primero pusimos límites a esta fuerza de la venganza con el "ojo por ojo", para finalmente ir estableciendo leyes, que pueden ser más o menos justas, pero que regulan nuestra convivencia y establecen un sistema de justicia para todos.
Pero Jesús invita a los cristianos a ir más allá. En el Evangelio de hoy plantea, a través de varios ejemplos, cómo es la justicia para el cristiano . Sabemos que en su propuesta de Reino, la ley que lo rige todo es la caridad, y desde ahí debemos iluminar toda la vida y también las decisiones que tomamos. Entre ellas la justicia. Por eso habla de poner la otra mejilla, regalar el manto al que te quita la túnica, amar al enemigo y rogar por los perseguidores. Ante todas estas situaciones, la respuesta natural suele ser la venganza o el "ojo por ojo", pero Cristo nos dice que la respuesta sea siempre una: la caridad.
Es difícil, porque quizás no es lo que brota primero de nuestro corazón. Pero, en esto está la perfección cristiana: ser perfectos en el amor, como lo es el Padre. Si acogemos la invitación del Señor a ser parte desde hoy de su Reino, no podemos seguir con la mentalidad antigua que está plasmada en la sociedad, sino que tenemos que entrar en él con un corazón nuevo, con una fuerza nueva.
Vivimos hoy desafíos en nuestra convivencia que encrispan los ánimos y terminan dividiéndonos y aislándonos. La violencia termina instaurándose entre nosotros, y de forma sutil termina determinando, incluso, la forma de vida al interior de nuestros hogares. Los cristianos caemos fácilmente en ello, olvidando que la caridad es primer valor que debe regir nuestra vida. Queremos vivir en el amor y el servicio a los demás, como verdaderos hijos de Dios, siendo imágenes suya, que es amor. Esta es la tarea cristiana, siendo perfectos como lo es nuestro Padre: en el amor.
"Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.".Mateo (5, 41-42)