Han pasado dos meses desde que en estas mismas páginas nos preguntábamos si el mejor ambiente económico que se percibía en Chile y el mundo era un fenómeno efímero o si podría consolidarse en el tiempo (¿Veranito de San Juan?, 11 de diciembre de 2022). Desde entonces, los escenarios más pesimistas han ido perdiendo terreno, fortaleciéndose la idea de que la actividad económica global tendrá un aterrizaje suave.
La historia en Chile tiene un tono parecido, y muestra de ello es la caída de casi 90 pesos del dólar en los últimos dos meses. Aunque buena parte sea fruto del debilitamiento global de esa moneda, es evidente que los escenarios más dramáticos que pudieron preverse a mediados de 2022 para este año, han perdido fuerza. La recesión no se va a evitar, pero la contracción de la actividad en torno a 1,5% es menos dramática de lo que parece cuando tomamos en cuenta el grado de sobrecalentamiento con que veníamos. Más bien, esta caída pondrá a la economía de vuelta cerca de su potencial, y lista para proseguir con su mediocre senda de crecimiento.
Surge así la duda sobre la trayectoria de la inflación, donde dos fuerzas compiten por dominarla. La perspectiva para la actividad apunta a que la desinflación será lenta. En el pasado (2002 y 2009), rápidas caídas en inflación resultaron de economías frías, cuando la actividad cayó muy por debajo de su potencial. Este no parece ser el caso hoy, considerando que el bajo crecimiento refleja también una baja capacidad tendencial.
En la vereda opuesta, el fortalecimiento del peso ha sido importante, lo que va a ayudar a una caída más rápida de la inflación. En las últimas décadas, esta última ha tenido una alta correlación con la dinámica cambiaria, en parte quizá porque la actividad se ha mantenido —salvo algunas excepciones— no muy distante de su potencial. En las circunstancias actuales, es de esperar que la caída de cerca de 20% en el dólar desde septiembre tenga un impacto significativo en la inflación durante este año.
¿Cómo ponderar ambos elementos? Estimaciones simples sugieren que, de persistir el peso en torno a sus niveles actuales, la inflación podría ser entre uno y dos puntos más baja hacia fines de este año. Esa es la buena noticia. La mala es que el enfriamiento de la actividad no parece ser suficiente para que la baja de la inflación sea demasiado rápida. Sumando y restando, y con un grado importante de incertidumbre —incluida la dinámica de los combustibles—, si las proyecciones de mercado están concentradas en el rango 4%-6% para fines de año, los dardos parecen estar más cargados a la parte superior del rango.