El anonimato acompaña a buena parte de los futbolistas que dicen adiós. No es un paso fácil. El juego de niños se transformó en profesión y a buena parte de los protagonistas les cambió la vida para siempre, alejándolos de un destino que obligaba a contar los días para llegar a fin de mes. Muchos jugadores sostienen que abandonar la rutina del vestuario es una herida en el alma. El paso del tiempo, los dolores por las heridas de guerra, la banca o no aparecer en la lista de los citados se convierten en las razones para dar ese paso que siempre asoma lejano.
Matías Fernández, José Rojas y Arturo Sanhueza colgaron los botines. Tres nombres que desde su espacio marcaron las últimas dos décadas del fútbol nacional.
No hay duda de que Fernández fue un jugador de época, por su extraordinaria campaña de 2006, cuando la encuesta del diario El País de Montevideo lo eligió el Mejor Jugador de América. Un logro que antes recibieron Marcelo Salas y Elías Figueroa (premiado por el diario El Mundo de Caracas).
La influencia que el calerano ejerció en el notable primer Colo Colo de Claudio Borghi quedó en la bitácora grande de nuestro fútbol. Si a eso sumamos su paso por la selección nacional, donde fue el más parejo en la clasificación a la Copa del Mundo de 2010 y una pieza confiable en la conquista de la Copa América de 2015, es indudable que estamos en presencia de uno de los mayores jugadores que surgieron de nuestro medio.
Es cierto que todos pensamos que su carrera tendría un vuelo mayor por la Copa Sudamericana de 2006, pero estar una década en España, Portugal e Italia, con presencia regular, no es normal en nuestro medio. El gol a O'Higgins, en el 4-1 del 9 de agosto de 2006, cuando partió en su propio campo para vencer a Héctor Barra, su actuación en el Centenario frente a Uruguay la tarde del 2-2 con los goles de Marcelo Salas, el derechazo a Colombia en el 4-0 rumbo a Sudáfrica y el penal ante Argentina, en la definición de la Copa América 2015, resumen los hitos que instalan a Matías Fernández en la historia grande de nuestro fútbol.
José Rojas representa el esfuerzo y el tesón de un defensor que aprovechó al máximo sus condiciones para competir con futbolistas de la primera línea continental. Al zurdo no le sobraba nada, salvo un carácter fuerte que lo hizo superar un comienzo duro, donde nadie pensó que llegaría a la selección, que levantaría una copa internacional (la Sudamericana) e incluso actuar en un Mundial, justo en los octavos de final frente a Brasil. Demasiado meritorio.
Arturo Sanhueza, a los 43 años, decidió largar en Fernández Vial, el club donde nació. Un volante central con juego, que pronto exhibió su liderazgo. En Wanderers formó dupla con Jorge Ormeño para ganar el torneo 2001. En Colo Colo escaló hasta transformarse en una referencia de un ciclo brillante con Claudio Borghi en la banca. Junto a Rodrigo Meléndez enseñaron de qué se trataba ser local en un cuadro grande. Su derrotero fue largo. No dudó en ir a la Segunda División Profesional, cuando otros hubieran preferido el descanso natural. No lo vio como un oprobio. La pasión por el juego lo llevó a seguir en la cancha, aunque la escenografía llamara a la depresión.
Bien por los tres, que con sus particularidades dejaron una huella.