El armado del contexto comunicacional fue evidente. En medio de una conferencia de prensa convocada para fines muy específicos (la despedida de la selección Sub 20 femenina para disputar el repechaje mundialista en Nueva Zelandia), el presidente de la Federación chilena y de la ANFP, Pablo Milad, aprovechó para decir lo que era evidente tenía que reconocer en algún momento y que sistemáticamente no había querido hacer: que el fútbol chileno está mal a todo nivel.
El espacio de confort elegido por sus asesores (nadie estaba alertado de que Milad iba a abrir la posibilidad de ampliar la agenda y es obvio que una conferencia de prensa no da opciones de contrapreguntar) tenía un objetivo claro: que el dirigente diera la idea de un liderazgo. Más que eso, la meta era que Milad se convirtiera, con ese reconocimiento, en un empático representante del hincha que ve cómo la actividad se está cayendo a pedazos a todo nivel. Quería mostrarse como “uno más del lote”.
No lo logró.
Lo que terminó por construir fue una imagen muy alejada de lo que se conoce como estadista. Es cosa de analizar sus dichos.
Dijo el presidente del fútbol que “hay que reconocer que estamos mal. Tenemos que reconocer y aceptar que tenemos que trabajar todos en conjunto, no solamente la federación, porque la federación recibe el producto de los clubes, y por eso tenemos que trabajar de la mano. La responsabilidad la asumo yo, pero detectando que tenemos un problema que estamos corrigiendo”.
¿Apuntó a algo específico Milad? Nada. Solo dijo obviedades, utilizó un clisé insufrible (“tenemos que trabajar de la mano”) y, lo que es peor, habló de “un problema detectado que se está corrigiendo” sin profundizar cuál es ese problema detectado y cómo se está corrigiendo.
Ese es el gran defecto de quien hoy está a la cabeza del fútbol chileno. Arma momentos para salir del paso y no enfrentarse a interrogantes de fondo. Se trata de escudar en una red de protección comunicacional para no ser cuestionado. Maneja un discurso simplón, dice que se siente responsablepero elude la autocrítica porque no dice en qué se equivocó.
Sí, claro que el fútbol chileno está mal. Es cosa de ver los resultados de las selecciones a todo nivel, de observar la precaria y hasta ordinaria puesta en escena del torneo nacional. Observar cómo hoy los representantes son amos y señores y cómo los que son dueños de los clubes tienen como único y gran motivación cobrar los cheques mensuales que le da la televisión.
Para hacer un diagnóstico no es preciso hacer una conferencia de prensa y decir un par de obviedades.
El líder de verdad es el que, a partir de ello, enseña sus propuestas, se atreve a enfrentar a enemigos poderosos si cree en lo que dice. El líder de verdad obra en consecuencia.
Todos sabemos cuáles son los males. ¿Habrá algún líder de verdad que se la juegue por hacer lo que hay que hacer?