Qué manía la de algunos expresidentes de presentarse una y otra vez a la reelección. Ahí está Donald Trump, de nuevo lanzado a la arena electoral, luego de perder en 2020 y alegar que hubo fraude. También Cristina Kirchner, quien, acosada por la justicia, sigue coqueteando con la posibilidad de un retorno a la campaña presidencial. Querrán seguir el ejemplo de Lula da Silva, quien después de dos mandatos, y a pesar de los escándalos de corrupción que lo llevaron a la cárcel, insistió y ganó. No creo que eso sea bueno para un país.
Con Trump siempre hay sorpresas y las seguiremos teniendo a lo largo de la campaña. Después del fiasco de noviembre, cuando casi todos sus candidatos perdieron, parecía que su estrella se apagaba, pero hoy, apenas tres meses después, vuelve a encabezar las encuestas entre los republicanos.
Trump recorre el país, visita ciudades clave para las primarias y aparenta que nada ha pasado. Su mensaje sigue siendo el mismo, pero ya no lo vocifera en masivos mítines en grandes estadios, sino que ha preferido pequeñas reuniones de no más de 300 personas, para “conectar con la audiencia”. No es su estilo, él es más belicoso, y lo mantiene cuando habla sobre los demócratas y en especial sobre Joe Biden, “que ha puesto a Estados Unidos en el camino de la ruina y la destrucción”. No le perdona haberlo derrotado y, aunque por consejo de sus asesores ya no habla del “fraude”, sus partidarios siguen pensando que le robaron la elección. Ya reflotará el tema, cuando le convenga.
¿Hay posibilidades de que Trump se salga con la suya? Por ahora, no se sabe. Hay algunas cosas a su favor, y muchas en contra. Por una parte, su base más dura sigue fiel a su mensaje. Y, como en 2016, ya se avizoran muchos competidores menos conocidos y que todavía no formalizan sus postulaciones, pero que dividirán el voto contrario a él. Por ahora, solo el gobernador de Florida, Ron de Santis, parece un desafiante peligroso, pero también están cerca de la partida su exvicepresidente, Mike Pence, y la exembajadora en la ONU Nikki Haley.
En contra tiene muchas cosas. No todos los republicanos están dispuestos a darle otra oportunidad: hay un amplio sector moderado que quiere renovación del liderazgo. Está también su compleja situación judicial, y las varias investigaciones abiertas que en estos próximos meses podrían explotar. La de su papel en el asalto al Capitolio lo perseguirá un buen tiempo, y el caso de los papeles clasificados, top secret, es algo bochornoso, aunque el hecho de que a Biden y a Pence también les encontraran bajó el tono de la polémica.
Claro que una cosa es ganar la primaria republicana y otra el voto nacional. Para el partido, lo mejor sería que no fuera él su candidato, pero, al parecer, el influjo de Trump todavía es potente. Dos años de campaña es un largo camino, y las primarias recién comenzarán en febrero de 2024. Hay tiempo para que los republicanos encuentren una figura que los represente mejor, alguien intachable, que tenga ideas nuevas, experiencia y capacidad para de verdad hacer “América grande de nuevo”.