A la acumulación de impericias, descuidos, transgresiones al oficio diplomático contrarias al interés nacional, reconocidas por el Gobierno bajo el eufemismo “desprolijidades”, el Presidente Boric agrega declaraciones inapropiadas que dañan seriamente las relaciones de Chile con Perú, las más sensibles histórica y geopolíticamente. Así, a las complejas relaciones con Bolivia y a las repercusiones de la filtración de un audio relativo a Argentina, suma el conflicto con el gobierno peruano. Estamos en problemas con los tres vecinos, la hipótesis vecinal tres.
Esta vez se trata de algo más grave que los atolondramientos presidenciales inferidos al rey Felipe VI de España y a John Kerry, secretario de Estado de Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, encargado presidencial del Presidente Joe Biden para el cambio climático. No se olvida la humillación a Israel, por la intempestiva suspensión de credenciales de su embajador, en espera en La Moneda, a minutos de la audiencia presidencial. Tampoco se trata de la bochornosa filtración de una reunión de trabajo de las máximas autoridades de la Cancillería, reveladora del total incumplimiento de elementales normas sobre seguridad, profesionalismo y coordinación en importantes decisiones. Curioso, presente en la lamentable filtración se encontraba el simbólico escritorio usado por todos los cancilleres, antes de don Andrés Bello, subsecretario de Relaciones Exteriores, autor de la inobservada “Gramática castellana para uso de los americanos” y del primer texto americano de derecho internacional.
Algo más grave que la suma de los agraviantes episodios anteriores, de mayor menoscabo para los intereses de Chile, fueron las declaraciones del Presidente Boric ante presidentes y cancilleres de 33 países de América Latina y el Caribe. En reunión televisada, exigió a Perú cambio de rumbo, responsabilizando solo al gobierno de la Presidenta Dina Boluarte de la violencia y muerte de 50 peruanos. La intromisión ignora que hay policías muertos quemados por los manifestantes, que la violencia respalda un intento de golpe de Estado, con la participación de terroristas de Sendero Luminoso, violentistas de Movadef y criminales.
Prefirió el Presidente agravar el conflicto, antes que llamar a la paz social y recurrir a la vía diplomática para manifestar su legítima preocupación por la observancia de los derechos, desencadenando el conflicto y la protesta pública del gobierno peruano.
Décadas de esfuerzo de presidentes y diplomáticos chilenos por cuidar las relaciones de Chile y Perú se consumieron en pocos minutos con las declaraciones del Presidente Boric, que prefirió actuar como activista en vez de jefe de Estado. Con celeridad, el gobierno del Perú transmitió al embajador chileno su malestar, que hizo público.
No es el Presidente Boric el calificado para cambiar el rumbo del Perú, son los peruanos. Sí podría cambiar su propio rumbo.