Señor Director:

Los más violentados con el bochorno de la Cancillería somos los propios diplomáticos de carrera, quienes hemos sido formados con estándares que resultan absolutamente incompatibles con las conductas que hoy son motivo de vergüenza para nuestro país y un verdadero festín para las redes sociales.

En diplomacia tanto las formas como el contenido siempre han importado. Y mucho. El lema de la Academia Diplomática Andrés Bello “Pro Chile Loquor” (Hablo por Chile) es una máxima que el diplomático internaliza y asume desde el momento en que ingresa a esa casa de estudios y se tiene muy presente a lo largo de toda nuestra carrera, tanto al interior del Ministerio en Santiago como en el amplio y diverso campo internacional en el que nos desplegamos.

Jamás vimos ni nos imaginamos un espectáculo como este. Y creemos decirlo con propiedad, pues tuvimos la oportunidad de servir bajo el liderazgo convocante de distintos y distintas cancilleres, como también trabajar mancomunadamente con destacados académicos y profesionales de las más diversas especialidades, que han hecho grandes aportes a la diplomacia nacional. El común denominador ha sido la prudencia y el respeto a la jerarquía. La conducción política y las jefaturas de servicio –desde el regreso de la democracia– siempre marcaron una impronta de análisis serio y reflexivo.

La Cancillería chilena no es lo que hemos visto y oído en estos días. Se trata de un Ministerio que tiene un capital humano invaluable y una sólida institucionalidad. Esa trayectoria es lo que nos ha permitido reinsertarnos en el mundo de la manera en que lo hemos hecho. No hay lugar para la liviandad ni la improvisación.

Germán Guerrero Pavez
José Miguel Cruz Sánchez
Exembajadores del Servicio Exterior