“White Noise” o “Ruido de fondo” es la tercera película que Noah Baumbach (1969) estrena directamente en Netflix. Si se considera que el director comenzó este ciclo en 2017, con “The Meyerowitz Stories”, puede decirse que estuvo a la vanguardia en entender el streaming como un camino válido para mostrar su trabajo. ¿Será esta la ruta del cine refinado, el lugar donde sobrevivirá el cine para adultos? Es todavía pronto para decirlo.
Donde sí hay cierta certeza, lamentablemente, es que “White Noise” no está entre lo más brillante de Baumbach. El director se siente fuera de sus aguas. Hasta el momento, el hombre giraba en torno a un mundo limitado, pero que se había mostrado rico en posibilidades: gente blanca de Nueva York o de la Costa Este, profesores universitarios, artistas, personas educadas pero de sueldos relativamente cortos, generalmente tensionados por problemas de pareja, de familia o por su propia inmadurez. Era, en vena más cómica o más dramática, un cine interior, por así decir, de observación aguda, lúcida sobre personajes y sus motivaciones, donde la ciudad y el exterior eran fundamentales, pero como partes integrales de los personajes en lugar de comentarios de corte sociológico. En “White Noise”, en cambio, buena parte de lo que sucede está afuera, buena parte de lo que se observa es la misma civilización norteamericana.
La cinta se sitúa en un pequeño pueblo universitario del Medio Oeste de Estados Unidos y sigue de cerca a Jack (Adam Driver), un académico experto en Hitler, y a Babette (Greta Gerwig), su señora. Ambos crían a cuatro hijos, tres de matrimonios anteriores y uno compartido. Es mediados de los años ochenta, momento en que se publicó la novela homónima de Don DeLillo en que está basada la película. La familia, en determinado momento, poco después del comienzo del año académico, debe evacuar su hogar porque una nube tóxica amenaza el área. Este evento, claro, tendrá repercusiones más tarde para todos, pero especialmente para Jack y Babette.
Es en la familia donde Baumbach parece sentirse más cómodo. Mucho del caos doméstico, de adolescentes y niños que hablan uno encima del otro, cada uno en su frecuencia, es capturado acertadamente. Los padres son figuras algo desorientadas, quizá sobrepasados por las consecuencias de decisiones anteriores, que apenas logran mantener el barco andando. En medio de todo esto, la mujer guarda secretos y miente frente a sus hijos, pero especialmente frente a su marido. Otra veta de observaciones sabrosas proviene del micromundo académico donde Jack trabaja, y si bien no son especialmente nuevas para el cine ni la literatura, sí resultan interesantes por la maldad que destilan.
Sin embargo, la cinta no parece decidirse sobre qué contar ni cómo. No es una película apocalíptica, pero tiene bastante de una película apocalíptica. No es un drama matrimonial, pero, de nuevo, hay no poco de ello. Tiene mucho de retrato sarcástico de la vida americana, con sus autos enormes, sus supermercados enormes, su sociedad de masas, su paranoia intrínseca, pero sus observaciones no parecen suficientemente profundas ni agudas. Esa indecisión también se siente en el tono de la cinta, que a veces es cómico, a veces es trágico, a veces es paródico. Tampoco, como más de alguien podría imaginar, pinta como comedia negra. Es como si Baumbach hubiera tratado de ser fiel al mundo de DeLillo, pero a costa de no ser fiel al suyo.
“White noise”
Dirigida por Noah Baumbach
Con Adam Driver, Greta Gerwig y Don Cheadle.
Estados Unidos, 2022
136 minutos
En Netflix