Señor Director:

Dos lectores han contrapuesto opiniones sobre las razones que explican la multiplicidad de partidos políticos, lo que dificulta alcanzar los consensos imprescindibles para el funcionamiento de nuestra democracia. Uno lo atribuye al ansia de poder de dirigentes que se perpetúan gracias a la falta de democracia interna en esas instituciones. El otro, a diferencias ideológicas.

Propongo una tercera: el progresivo tribalismo que se advierte en la sociedad se traduce en la segmentación de la política en cada vez más pequeñas identidades, cada una de las cuales defiende su propuesta.

Desde hace unos veinte años, en medios académicos se viene estudiando este fenómeno social mundial que ha dado origen a libros y crónicas incluso en nuestro país. Gabriel Zaliasnik lo hizo respecto de la Convención Constitucional.

Aunque desde la antigüedad el tribalismo con sus valores se ha mantenido vivo en determinados sectores de la sociedad, el hecho de que se extienda a otros es visto como una forma de regreso a esa forma de organización social que se tiene por primitiva. En realidad responde al instinto gregario propio de la naturaleza humana, es decir, a aquello que le permite ser lo que es. Este se robustece cuando nos sentimos en peligro.

Tanto la globalización como el vertiginoso desarrollo de la tecnología en el siglo XXI son percibidos por la gente no solo como ventajas, sino también como amenazas. Su vida se ha vuelto más precaria, y no se respeta su dignidad. No es tratada con la justicia y deferencia que se debe a cualquier persona, no consideran sus opiniones ni respetan sus opiniones. Así lo manifestaron muchos con motivo del estallido social en octubre de 2019. La dignidad y el respeto por sí mismo y por los otros van juntos, son formas elementales de sociabilidad que se construyen mediante la educación y las enseñanzas derivadas del relacionamiento con los otros. Ambas están en crisis en nuestro país. Eso es lo que está poniendo en peligro nuestra democracia.

Jorge Schaerer Contreras