Los méritos del Magallanes que dirige Nicolás Núñez serán medidos de aquí en adelante por los títulos conseguidos en los últimos meses. Es decir, por el de Primera B, el de la Copa Chile y por el de la Supercopa.
Y si bien ello es lo tangible, lo que queda en los libros, parece insuficiente y hasta injusto reducir todo a los trofeos. Porque lo de Magallanes es más que una suma de buenos partidos y, por cierto, muchísimo más que un sentimiento y una emoción. Es un concepto que, si se explora bien, si se analiza y se expone como ejemplo, puede convertirse en un buen paradigma técnico. Y un buen tema de debate futbolero.
Para comenzar, hay un aspecto harto notable en la propuesta de Nicolás Núñez y su cuerpo técnico: el equipo no se ha ceñido a principios inalterables y dogmáticos, sino que, a partir de algunos de ellos, ha logrado configurar un discurso personal, un relato propio, si se quiere.
Hay que explicarlo.
En primer lugar, Magallanes no se construyó como equipo con base en los criterios tradicionales (y en algunos casos, bastante arcaicos) de lo que se conoce como “el fútbol de Primera B”, sino que elaboró una propuesta de mucho mayor alcance.
El DT Núñez no se ciñó a las reglas que exigen un fortalecimiento duro y rasposo en la defensa, la utilización del pelotazo largo en la salida y la llegada a través de centros que deben encontrar a un grandote en el área para hacer de pívot o de definidor preferente, sino que se arriesgó a algo más estructurado: al juego de posesión en todos las zonas del campo que obliga no solo a distribuir bien, sino que también a replegarse colectivamente y aprovechar los espacios y momentos justos para atacar, para hacer daño al rival.
Si uno observa con detención los movimientos del mediocampo albiceleste, no verá posiciones fijas, sino que una traslación permanente, donde un jugador inteligente como César Cortés puede aparecer ya sea como volante central, interior o enganche, indistintamente.
Pero eso no es todo lo valorable del concepto técnico aplicado en Magallanes.
Alejado de los estigmas y de los modelos que se intentan imponer en el fútbol chileno, Nicolás Núñez no ha intentado ni por si acaso erigirse como un DT de esos que solo piensan en atacar. Porque si bien su escuadra tiene herramientas para provocar estropicios en momentos en que debe hacerle daño al rival —elabora en algunos casos y va en forma directa, en otros—, no tiene problemas para replegarse y hasta darle al rival el control de la pelota, tal como quedó claramente expuesto en la final de la Supercopa ante Colo Colo, aun cuando pueda dejar la sensación de ser abúlico y poco ambicioso.
Sí, claro. Todo esto no es quizás lo que brille más ni lo que se recuerde en detalle en el futuro cuando se hable del Magallanes de Nicolás Núñez. Lo fundamental será la imagen con las medallas y las copas merecidamente ganadas y que llamaron a un aplauso general.
Pero es bueno dejarlo en acta. El Supercampeón es más que una simple imagen de triunfo. Es un concepto.