Jesús, en el Evangelio, es llamado de muchas maneras. El nombre es importante, pues revela la identidad de la persona. Entre todos ellos el de Hijo de Dios es el más importante . Pero de muchas otras formas se va pronunciando quién es Jesús y cómo es nuestro Dios: Mesías, Maestro, Salvador, hijo del hombre, luz del mundo, sal de la tierra, pan de vida... En el Evangelio de hoy, Juan Bautista lo llama el Cordero de Dios.
En este nombre resuenan algunos pasajes del Antiguo Testamento. Una primera referencia es al sacrificio de Abraham, cuando un cordero puesto por Dios será el que reemplace a su hijo Isaac y lo libre de ser sacrificado. Tal vez la imagen más importante del cordero en el Antiguo Testamento la encontramos en el Cordero Pascual , con cuya sangre son untados los dinteles de las puertas de las casas judías, salvándose así de que los primogénitos de estos murieran en Egipto. Hay una imagen más, que también es muy importante: la del siervo sufriente, en Isaías, donde es llevado como cordero manso al matadero. Entonces, tenemos dos elementos fundamentales vinculados al cordero: la salvación y la entrega.
Toda la vida Jesús estará plasmada por estos elementos. Y será en la cruz, momento culmen de la salvación, donde se nos manifieste el extremo de la entrega por amor. Jesús ha sido, sin duda, la persona más influyente en la historia de la humanidad. Y, sin embargo, nunca se impuso a los demás, no buscó el beneficio propio y nunca generó ningún tipo de violencia. El poder de él estaba en el amor y el servicio. Nunca se perdió en esto, ni siquiera ante su muerte. Por el contrario, será en esta donde nos muestre la plenitud de esta forma de amar.
Nosotros, en Cristo, aprendemos que nuestra vida no está sometida solo a una condición animal, sino que podemos vivir de acuerdo una vida divina que es la que nos hace verdaderamente humanos. De hecho, cuando vemos la historia de la humanidad, descubrimos que se trata de una historia de búsqueda de poder, donde unos pueblos someten a otros, donde unos se imponen, donde unos pocos se benefician... Y siempre esto genera violencia, guerra, divisiones. Este es el poder animal que hay en nosotros y que muchas veces rige en nuestras decisiones.
La figura del Cordero nos habla de otra forma de poder, que podríamos llamar divino . Y vemos que, a diferencia de las bestias donde la más fuerte mata y se impone, este poder nos hace ser verdaderamente humanos.
Este es el camino que nos propone a nosotros. Cuando Jesús envía a sus discípulos al mundo, no les dice vayan como lobos en medio de bestias, imponiéndose como el más fuerte. Sino que les dice vayan como corderos en medio de lobos. Si vemos nuestra historia, cuando más hemos perdido el norte, ha sido cuando más hemos enredado el tema del poder, cuando hemos actuado más como bestias que como corderos.
Vivimos un tiempo complejo en nuestra sociedad, donde nos sentimos incómodos en cómo nos tratamos, y también respecto al poder. Sabemos que necesitamos un cambio. La vieja tentación de querer imponer nuestras ideas, como lobos, está presente. Pero esto es más de lo mismo y sabemos que solo trae violencia y divisiones.
En esta oportunidad es la imagen del cordero la que nos ayuda a entender que otra forma de ser sociedad es posible. No se trata de que otros actúen como yo quisiera, sino de que yo mismo empiece por poner al centro de mis decisiones y acciones el servicio y el amor a los demás.
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo".(Jn. 1, 29)