El nuevo Santa Laura está en un video de 49 segundos que Jorge Segovia, el presidente, subió en agosto del 2022, donde en una animación y gracias a lo que era el vuelo de un dron, se mostraba un recinto de techumbre transparente, salas para trofeos, cómodos camarines y un par de enormes edificios contiguos, que parece que importan. Segovia se maneja desde el extranjero por medio de las redes sociales y el video fue lo que antes se llamaban dibujos animados. Incluso monitos animados. Bastaba con monitos.
El actual y esforzado Santa Laura fue sometido a una mano y escoba de gato el 2009, pero es un recinto sufrido, abollado y rasgado. A los baños se ingresa en puntillas y se inundan tan fácilmente. Por debajo de las tribunas se ven las vigas viejas y gastadas. Y en las rejas interiores, con tanta malla de alambre, sobran parches y agujeros. Es un recinto anciano, marchito y empobrecido, al que se le tiene respeto y agradecimiento. De eso no hay duda. Es histórico, querido e inolvidable. Sobrevive como puede. Arriendos al fútbol y a más cosas, para empezar a hablar: el 11 y 12 de marzo se presentan Los Bunkers y Monsters of the Rock el 30 de abril. ¿Hay que hacerle a todo? Por supuesto que sí.
Ese estadio, sin duda el más gastado y desvencijado de la capital, será una de las claves del torneo 2023, acaso el más errante y vagabundo de tantos que se han disputado.
San Carlos de Apoquindo, por el suelo y en construcción.
Magallanes sube con el Municipal de San Bernardo.
El Monumental es de Colo Colo o de nadie.
El Nacional, inhabilitado y desocupado para el final de los Juegos Panamericanos, después del 5 de noviembre.
La Florida y su cancha sintética son poco seductores.
Solo Palestino es feliz en La Cisterna.
Así entonces, Universidad de Chile, Universidad Católica y Unión Española, cómo no, serán locales en Santa Laura, cuyo césped, ahora con riego automático, se está poniendo verde y afirmándose con el agua, los tréboles de la suerte y el sol del verano, con lentitud después del desastre, cuando un terrible partido, en una inesperada tarde de lluvia y barro, lo dejó en la miseria. Era de selecciones y de rugby, aunque usted no lo crea.
Así está la historia.
En una liga del morir saltando, con amistosos de broma y recreo, y con refuerzos del tipo mejor no me ayude, compadre; lo único realmente derecho, aunque esté medio ladeado, es un estadio de la tercera edad, orgulloso de lo vivido y aún autovalente.
Sus condiciones son precarias, nadie lo puede negar, y tiene algo de latón y de enclenque, pero está dispuesto a soportar el torneo, aguantar el trajín y las exigencias de los tres locales.
En el fútbol chileno, por tanto, ya sabemos quién pone la cara: el viejo Santa Laura.