Cuando no existían las redes sociales era usual hacer anuncios complejos el 30 de diciembre. Total, el 31 —preparando el cotillón— nadie leía los diarios. Y el 1 simplemente no circulaban.
Paradójicamente, en la generación millennial que gobierna, alguien está pensando de manera analógica. Porque lo que pudo ser válido hasta hace 20 años, ya no lo es.
Y así, un anuncio de un 30 de diciembre ha marcado ya medio mes del nuevo año. Y no avizora terminar.
El mayor problema de los indultos no son las desprolijidades. Ni siquiera los prontuarios. Tampoco el caso de Mateluna, que ya había sido indultado.
Todos los casos no hacen más que agravar la falta.
El principal problema es que la sociedad chilena hoy es septiembrista y no tolera exaltar el octubrismo.
De alguna forma, la crisis de los indultos está íntimamente relacionada con el plebiscito del 4S. En ambos casos, da cuenta de un gobierno que no logra, o más bien no puede, sintonizar con un público que quiere algo distinto de lo que votó.
Lo que ocurre en el Chile actual es similar a que en un teatro la gente hubiera querido escuchar rock, pero que una vez que llegaron los músicos rockeros les piden que toquen a Brahms y a Mozart. El mismo público hoy quiere escuchar otra música.
La “volatilidad del pueblo”, analizada ya desde la antigua Grecia…
Si en política-ficción hubiera ganado por amplio margen el Apruebo, no habría sido tema el prontuario de los indultados (de hecho, el plan estaba listo para hacerlo durante el mismo septiembre).
Así, el problema de fondo de los indultos no son las desprolijidades administrativas. El problema de fondo de los indultos es netamente político, y su principal responsable es el Presidente de la República.
No solo dinamitó la posibilidad de partir el año evidenciando el gran acuerdo de seguridad, sino también el desocializar las pérdidas que genera un problema de difícil solución y que hoy es primera prioridad nacional.
Pese a ello, la acusación constitucional a la ministra es una pésima señal de la oposición. Puede haber sido mala ministra, pero la responsabilidad política de ella ya está pagada (y sabemos que las acusaciones constitucionales son ante todo políticas). Peor que eso, muestra a una oposición que empieza a jugar el guion de la oposición a Piñera. Y eso sería tremendamente dañino para el país.
Alguna vez Francis Bacon, para explicar su método, comparó las hormigas que recolectan; las arañas que tejen con una sustancia que producen ellas mismas, y las abejas que recolectan y producen. Siguiendo la metáfora de Bacon, el problema de los indultos se parece a las arañas: es creado por sí mismo. El Gobierno no puede culpar —esta vez— a las fake news, a la prensa, a los empresarios o a la oposición.
¿Cómo, entonces, salir de acá?
Intentar revertir los indultos abriría un problema gigantesco con el ala más radical del oficialismo. De paso, mostraría la chapucería y debilitaría aún más la figura del Presidente.
Intentar perseverar en los indultos seguiría mostrando la pésima decisión del Gobierno y debilitaría aún más la figura del Presidente.
O sea, como el cuchillo de Rubén Darío, “si me lo dejas me muero, si me lo quitas me matas”.
Tal vez el problema hay que solucionarlo a lo Barros Luco (“hay dos clases de problemas en política: los que se resuelven solos y los que no tienen solución”) e intentar que el paso de los días, la llegada de las vacaciones y la aparición de otro hecho noticioso cambien en algo la agenda.
El comodín del anuncio del tren a estas alturas ya no sirve. Menos aún si la gente lo ha escuchado muchas veces, y esta vez sería en un trazado de hace casi 200 años, a una velocidad de carreta y que llamándose “Santiago-Valparaíso” no llegará a Valparaíso.
¿Un nuevo cónclave? Sería el tercero en menos de un año.
¿Un cambio de gabinete?, ¿para qué?
El problema sigue siendo el de fondo: rockeros a los que les piden tocar música clásica y que no saben si ensayar esos acordes sin éxito o perseverar en el rock que la gente ya no quiere oír.
El problema es que en tres meses hay elecciones. Y la mochila de ser gobiernista, haber apoyado los indultos y haber estado por el Apruebo puede ser —esta vez— una carga demasiado grande.
Así, es probable que con la elección de convencionales (o consejeros) el Gobierno reciba el tercer espolonazo en menos de un año.
Demasiado para tan poco tiempo…