Cuando el 11 de marzo próximo el Presidente Boric cumpla un año en su cargo, comenzaremos a conmemorar los últimos seis meses de Salvador Allende en el poder.
Las comparaciones relativas a cada aspecto de la vida nacional se harán presentes, pero desde ya podemos adelantar una que se refiere específicamente a la gestión gubernamental, y es esta: Allende encabezó el peor gobierno de la historia de Chile (ya habrá espacio para fundamentarlo), mientras que Boric, en su primer año, no ha logrado ni siquiera gobernar. Ni bueno, ni regular, ni malo: simplemente, hasta ahora, no ha habido gobierno en Chile.
No lo ha habido, porque el país no ha tenido un Presidente. Ha tenido dos o tres ‘Gabrieles' Boric, en continua afirmación y negación de sí mismo, como si pensara que la dialéctica de las tesis y las antítesis (que, para todo marxista, es la ley que explica la realidad) debiera aplicarse primero a sus propias palabras y actos. El problema ha sido que el Presidente no ha llegado a unas deseables síntesis (por malas que fuesen), sino que con frecuencia ha dejado la gestión en el vacío.
Sus coaliciones no lo han hecho mejor. Consultado uno de los ideólogos más connotados del Frente Amplio sobre cómo ve a la izquierda en el gobierno, él mismo responde preguntándose: “¿Está gobernando?”, lo que significa simplemente: no. Efectivamente, las dos coaliciones basculan, se inclinan a la izquierda, se mueven hacia el centro, hacen gallitos entre ellas, se critican y, así, se anulan. Resultado: cero. No gobiernan y suman su ineptitud a un Presidente… que tampoco gobierna.
Pero, podría pensarse, al menos hay una administración que en el día a día cumple con sus tareas y, desde el gabinete para abajo, un conjunto de esforzados servidores públicos, eficientes y comprometidos ellos, suplen las deficiencias del primer mandatario y de los partidos que debieran respaldarlo.
Pero ni de lejos es así. Siches y Ríos ya dejaron su sello de ineptitud: no les resultó casi nada (o nada), no gobernaron; Jackson no parece haber mejorado con el cambio de oficina (invoca la gradualidad, pero no avanza); en Transportes, el criterio es el compás de espera, porque hay que subir las tarifas, pero por ahora no se van a subir las tarifas… o sea, no hay una decisión en marcha. Y así, en casi todo. Y más abajo, ¿qué sucede en el nivel de ejecución efectiva de las políticas? La presidenta del Partido Socialista nos informa que hay muchos cargos que todavía no han sido provistos. ¿Todavía, a diez meses del comienzo, no hay con quienes gobernar? Y, al mismo tiempo, nos llega la información sobre los seminarios de capacitación en equidad de género en diversas reparticiones, mientras parte importante del presupuesto quedó sin ejecución.
No, no hay gobierno.
Detrás de esta triste realidad, dos de las cuatro tendencias que caracterizan a la generación frenteamplista parecen estarse imponiendo a las dos restantes: la inmadurez y la inexperiencia les están ganando la partida a la soberbia y a la ideologización.
El PC ya tiene medida la situación. Sabe muy bien que si no hay gobierno propio —y con Allende se empeñó en que sí lo hubiera—, solo les queda “gobernar la calle”. En el vacío, los comunistas no funcionan; rápidamente lo llenan con actividad, y más actividad.
Bien, regular o mal (muy probablemente sea esto último, pero algo es algo), Boric solo puede llegar a gobernar en el segundo año si se empeña en no contradecirse continuamente, si logra nuclear a sus dos coaliciones, y si consigue que su gente trabaje. Todo eso junto.
Es mucho pedir, pero los que votaron por él no quieren seguir viviendo en el vacío. Porque hoy ni siquiera pueden decir, como los allendistas, que este es un gobierno de… pero es mío.