La economía chilena está en medio de un muy necesario ajuste para controlar los pronunciados desequilibrios macroeconómicos, que se manifiestan en una alta inflación y un alto déficit en cuenta corriente a PIB. El origen de tales desequilibrios radica en los cuantiosos apoyos fiscales y retiros de fondos de pensiones del 2021, a problemas en las cadenas de suministro asociados al covid y al shock de precios de energía y alimentos que siguió a la invasión rusa a Ucrania. Las correcciones de estos desequilibrios incluyen una seguidilla de alzas de la tasa de política monetaria, por parte del Banco Central, y la aprobación del Congreso, a fines del 2021, de un presupuesto austero al que se ha ceñido el gobierno actual.
Al ajuste macroeconómico le queda camino por recorrer. De hecho, la inflación anual llegó a 12,8% en diciembre pasado, aunque ha comenzado a descender, y el déficit en cuenta corriente alcanzó un 13,5% del PIB en el tercer trimestre del año pasado, el más alto de los últimos 30 años. El ajuste se está manifestando tanto en la actividad como en la demanda interna final. La actividad (Imacec desestacionalizado) cayó 1,3% entre diciembre de 2021 y noviembre de 2022, y la demanda interna final, de la cual solo tenemos cifras trimestrales, cayó 1,5% entre el cuarto trimestre de 2021 y el tercer trimestre de 2022. Los resultados de este ajuste tomarán tiempo en manifestarse en plenitud, dados los rezagos con que opera la política monetaria y el uso paulatino de los retiros de los fondos de pensiones.
Comenzando el 2023, la economía chilena enfrenta problemas de corto y de mediano plazo. En el corto plazo, en el área económica, es necesario completar el ajuste macro en curso, evitando decisiones populistas que impulsen el gasto agregado. En esta etapa, los programas de apoyo debieran focalizarse en los grupos más vulnerables, para acotar sus efectos en la demanda y la inflación. También se deben evitar políticas que terminen creando importantes distorsiones, que afecten la eficiencia y abran oportunidades para debilitar el sistema impositivo, como son propuestas de reducir impuestos a los combustibles, bajar el IVA a los alimentos o tantas otras que andan circulando por estos días.
Más aún, debería evitarse aprobar nuevos retiros de fondos de pensiones, ya que no solo impulsarían la demanda, elevando las tasas de inflación y el déficit de cuenta corriente, sino que también seguirían atrofiando nuestro mercado de capitales, con efectos en el costo y disponibilidad de financiamiento para hogares y empresas y en la capacidad de la economía para absorber shocks financieros a los que estamos muy expuestos hoy. Al mismo tiempo, ahora que el ajuste comienza a golpear al mercado laboral, se requieren medidas que faciliten la demanda por trabajo.
En el área de gestión del Estado se necesita mejorar la seguridad ciudadana —cuya prioridad para los chilenos ha subido significativamente, como lo muestra la encuesta CEP de esta semana—, reformar la salud y las pensiones, y fortalecer el imperio de la ley. El considerable aumento en la confianza en la PDI, Carabineros y las Fuerzas Armadas facilita poder progresar en esta área. En el ámbito político se requiere completar el proceso constitucional, mediante la redacción de un texto que provea las bases para retomar el progreso y especialmente que contribuya a crear un sistema político menos fragmentado, que haga posible avanzar en las reformas que necesita el país para seguir avanzando con paz social.
Más allá de estos problemas inmediatos, se necesita reformar y mejorar la educación pública y la capacitación laboral, así como también políticas orientadas a estimular el ahorro, la inversión y la productividad, para aumentar el crecimiento potencial. Sin un crecimiento más alto y sostenido será muy difícil avanzar en la provisión de los derechos sociales.
Estos problemas internos hay que abordarlos tomando en cuenta que la situación externa es compleja. En los países avanzados, los bancos centrales han estado subiendo la tasa de política para controlar la inflación, lo que junto a los efectos de la inflación en los ingresos reales, está contribuyendo a desacelerar sus economías. En Estados Unidos la desaceleración se extiende al sector inmobiliario, la construcción, los durables y la inversión, pero el mercado laboral se mantiene resiliente. En Europa la desaceleración ha sido más pronunciada que en los Estados Unidos y continúa con fuerza. Esta región está siendo afectada por el pronunciado aumento del precio de la energía y la incertidumbre asociada a la invasión rusa a Ucrania. En tanto, el crecimiento pierde fuerza en Japón, tras la desaceleración global y la caída en el ingreso real de los hogares por la mayor inflación.
China, el principal mercado de destino de nuestras exportaciones y el principal demandante de metales, sufrió una pronunciada desaceleración el año pasado, afectada por el ajuste de sus sectores inmobiliario y tecnológico, la caída de su demanda externa y los confinamientos. Ahora, la eliminación de su política de cero covid, sin una adecuada preparación —vacunación, antivirales, capacidad hospitalaria—, está resultando en un importante aumento de los contagios que presiona sus servicios de salud y atemoriza a su población. El temor de la población a los contagios está teniendo efectos en la movilidad, el consumo y la actividad. Esto hará que nuestro principal mercado de exportación tenga un primer semestre débil. Eventualmente, a medida que la inmunidad de la población aumenta y los contagios se controlan, la actividad debiera repuntar, tal como hemos observado en el resto del mundo. Además, el gobierno chino ha estado introduciendo medidas de apoyo al sector inmobiliario y a los gobiernos locales para incrementar el crédito con el fin de apuntalar el crecimiento. Como resultado de estos factores, después de una contracción en el primer trimestre, la economía china debiera retomar impulso a lo largo del año.
Con todo, por lo menos durante la primera mitad de este año, vamos a enfrentar un escenario externo muy difícil, con nuevas alzas de tasas de interés externas, con muy bajo crecimiento global —Estados Unidos al borde de la recesión, la zona euro en recesión, China con bajo crecimiento—, mercados financieros volátiles —muy dependientes de las cifras de inflación y de las acciones y señales de los bancos centrales—, e incertidumbre por el desarrollo de la guerra de Ucrania.
Para Chile, la mejor forma de abordar la delicada situación interna y externa es mantener el buen manejo macroeconómico del 2022 —completando el ajuste para reducir la tasa de inflación y el déficit de cuenta corriente, lo que ayuda a la población más vulnerable—; legislar e implementar políticas internas que contribuyan a aliviar los principales problemas que enfrenta la población; y acometer las reformas que el país necesita para retomar el crecimiento y fortalecer su resiliencia ante escenarios externos adversos e inciertos como el actual.