El gallego Francis Cagigao, en la despedida, dijo lo siguiente: “Estoy convencido de que de la mano de Eduardo Berizzo y su cuerpo técnico, Chile se clasificará al próximo Mundial”.
El único convencimiento, si se trata de hablar en serio mirando el futuro, es que la labor de un entrenador de selección, para las Clasificatorias del Mundial, se hizo más fácil. No totalmente, pero sin duda más cómoda y menos tensa, donde el carrusel de jugadores y el ajuste infinito de una selección, serán asuntos cada vez más secundarios y no tan determinantes.
La razón principalísima e indesmentible, a la hora de un Mundial, es lo que determina la FIFA: cupos, sistema de clasificación y reglas de competencia.
La FIFA, esa vieja pilla y casinera, gana porque es la casa y por tanto pone el juego, hace correr la bolita, reparte la baraja y establece la cantidad de participantes. Y además pide propina, porque son unos profesionales.
Entre los años 1934 y 1978, para esos mundiales, fueron 16 los participantes. Y 24 entre 1982 y 1994. Entre 1998 y 2022 se subió a 32 selecciones. 24 años de vigencia.
El Mundial del 2026, el de México, Estados Unidos y Canadá, ya se amplificó a 48 equipos y la cantidad, es bien probable, aumentará en el futuro, digamos en unos 15 años, según las proporciones anteriores.
Y de acuerdo al aumento histórico podrían ser hasta 64 los países participantes. ¿Por qué no? Se le echa más agua a la olla. Inclusión, apertura, generosidad, tolerancia. El nuevo mundo.
Hasta le lleva un relato políticamente correcto.
Para ver lo determinante de la decisión de la FIFA: 48 el 2026, se puede hacer un ejercicio en el pasado.
Si hubieran existido los nuevos cupos —6,5 para Sudamérica en vez de 4,5— Chile se habría inscrito alegremente en los mundiales de Qatar y Rusia, con tranquilidad, de taco y sin problema alguno.
En Alemania 2006 llega hasta el repechaje y ahí, quién sabe.
Y solo a Japón-Corea, para el Mundial del 2002, no clasificamos con 48 equipos y tampoco con 64, porque terminamos últimos en la tabla: el décimo de diez.
Así que habríamos ido a cuatro mundiales seguidos —2010, 2014, 2018 y 2022—, y a lo mejor un quinto (2006, según el resultado de la repesca), en la mejor marca de la historia, en todo caso.
En ese viejo mundo imaginado, por lo tanto, también serían procesos exitosos los de Juan Antonio Pizzi, Reinaldo Rueda y Martín Lasarte.
¿Gracias a ellos y su dirección técnica? No tanto.
¿Gracias a los jugadores y sus talentos? Es relativo.
Gracias, sin duda alguna, a la FIFA y a sus cálculos, cupos, piedras, pepas y humores.
La verdad es cruda y no tiene remedio. Mejor así.