En esto de los títulos que otorgan el fútbol y sus seguidores pasan muchas cosas que nos pueden sorprender, debido a la carga emocional que pueden llevar las distinciones. Por eso es por lo que no me sorprendería que pronto alguien diga que Pelé hizo su carrera durante gran parte del siglo XX y ya va casi un cuarto del XXI, por lo tanto, podría ser el mejor de esa parte de tiempo y nada más. No me sorprendería, pues la necesidad patológica de endiosamiento de algunos hinchas por instalar en el trono mayor a Maradona o a Messi no tiene límite. Y se han dicho idioteces ilimitadas para satisfacerla. No las repetiré.
El Mejor Futbolista de Todos los Tiempos es Pelé. De todos los tiempos cumplidos, pues en el futuro podría aparecer uno mejor (que, en todo caso, seguramente aún no ha nacido).
Si se trata de entrar en comparaciones hay que empezar por decir que Edson Arantes do Nascimento fue un gran cabeceador. La pelota no le rebotaba en la cabeza: iba por ella tan alto y más que los brazos extendidos del arquero y le pegaba fuerte y con dirección. Habrá que decir también que hacía lo que quería con la pelota y con las dos piernas con igual eficiencia. Y habrá que decir que le pegaban hasta que se cansaban de patearlo. Porque él no se cansaba de recibir y cada vez que caía se levantaba de inmediato -porque cobraban poco a su favor-, para ir por más.
¿Qué más le digo? Que era todo un atleta. Puro músculo, sin concesiones a la grasa ni a la falta de preparación, Rendidor siempre. No en vano organizaciones olímpicas lo reconocieron como uno de los cinco más grandes atletas de la historia, junto a Muhammad Ali, Carl Lewis, Michael Jordan y Mark Spitz. Para mí, el mayor de todos fue Ali, que se jugó contra la guerra en Viet Nam y perdió su título de campeón mundial por ello, mientras Pelé calló cuando debió hablar, apoyado en su fantástica popularidad, contra la larga y cruel dictadura brasileña. Claro que tuvo defectos Pelé, como su codicia, que lo hizo tomar decisiones que lo llevaron a estar demasiado cerca de los corruptos dirigentes de la FIFA.
Pero aquí estamos hablando del mejor futbolista de siempre, que nos ha dejado a sus 82 años. Y como futbolista no tuvo defectos. A lo dicho, agreguemos que era veloz, que estaba cabeceando en el área rival como en la propia, que era inteligente, que podía “echarse el equipo al hombro”, que aguantaba en el choque, que nunca se lo vio envuelto en indisciplinas.
Tuve la suerte de verlo en las tantas veces que estuvo en nuestro país. Sí, también en el Santos-Checoslovaquia de enero de 1965, de lo mejor visto en nuestro estadio nacional como expresión de fútbol. El del 4 a 4 hasta que Pelé lo transformó en 6 a 4. Fue “el partido perfecto” para el público, para la crítica y para sus protagonistas.
A los que vieron jugar a Pelé es difícil contarles cuentos.