Dicen varios medios que en las próximas horas van a darle sepultura a Pelé. Incluso algunos han dicho que desde el jueves pasado, el 29 de diciembre de 2022, su cuerpo ha descansado en el estadio de Santos, el club donde se forjó y al que le dio fama eterna. Pero no debe ser verdad. Es imposible que todo eso haya ocurrido y vaya ocurrir. Porque Pelé no puede morir. Está escrito y fue algo que quedó pactado: el más grande jugador de todos los tiempos, el que le dio alma al fútbol, el que hizo de este deporte un arte y un desafío a las leyes físicas es eterno, inmortal, infinito.
Nada de lo que hizo Pelé en una cancha va a transformarse en polvo de estrellas. Se va a quedar acá, firme en la Tierra para siempre, porque sus jugadas, sus remates con la diestra, con la zurda y con la cabeza, sus regates y su excesiva elegancia e inteligencia para darle trayectoria a una pelota seguirán siendo modelos de perfección para cualquiera que entre a darle de patadas a un balón.
Pelé no inventó el fútbol. Pero sí lo transformó. Antes de él, los futbolistas considerados en un nivel superior alcanzaban tal talla por razones más o menos lógicas: o porque hacían muchos goles o porque le pegaban bonito al balón o porque, de tarde en tarde, se convertían en héroes tras hacer una jugada inverosímil.
A partir de Pelé, esos paradigmas se destrozaron. “O Rei” podía hacer todo eso y no solo una vez, sino que en casi todos los partidos. Subió tanto la valla que, como dijo alguna vez César Luis Menotti, cuando se hable de los mejores futbolistas de la historia, a Pelé hay que dejarlo afuera de la discusión, porque está en otra dimensión. Una que es, en realidad, celestial.
Pese a todas las evidencias, una parte del mundo futbolero no ha sido generosa con Pelé. Dudan algunos de que haya sido el mejor, el más grande, esgrimiendo argumentos discutibles como que “antes se jugaba más lento y había más tiempo para hacer una jugada”, o que “no existían los férreos sistemas defensivos de hoy”.
Pamplinas.
Si una conversión mágica hubiese situado a jugar a Pelé hoy, habría hecho más goles, habría maravillado más y habría sido recordman a niveles fantásticos. ¿Por qué? Porque las pelotas ya no son zapallos como cuando él jugaba. Las canchas ya no son potreros. Hoy existe una evidente tendencia a evitar o, al menos, aminorar el juego violento, en especial cuando el objetivo es eliminar a la estrella de un equipo. El fuera de juego ya no se considera tal estando en línea. Los zapatos de fútbol son livianos y moldeables. Con la tecnología actual, con el desarrollo de los medios, el futbolista de nivel es favorecido y protegido. Pelé, así, hubiese logrado más y por más tiempo.
No, Pelé no es aquel que van a dejar bajo tierra. Puede que sea su cuerpo cansado tras una dura batalla contra una enfermedad maldita.
Pero él vivirá para siempre. Como el mejor. Como “O Rei”. Sin discusión.