Señor Director:

Dice Tzvetan Todorov en su libro “Los enemigos íntimos de la democracia”: “Hasta los veinticuatro años, vivía en un régimen totalitario, la Bulgaria comunista. Todo el mundo se quejaba de la escasez, de la dificultad para conseguir tanto los productos de primera necesidad, como los que hacen la vida más agradable, ya sea comida, ropa, productos de aseo o mobiliario. Pero la falta de libertad venía inmediatamente después”.

Bueno, para la mayoría —desde luego y lamentablemente no para todos— esas necesidades primordiales se ampliaron durante los primeros treinta años de la vuelta a la democracia en Chile. Y la libertad, mucho más. No entiendo por qué estamos a la defensiva en la lucha ideológica con algunos de ellos, que dicen que no solo no fueron buenos, sino que condenables. De falta de libertad no pueden quejarse.

Aquellos que adherimos a los gobiernos de esos treinta años hemos sido denostados y maltratados, producto de una soberbia política injusta e inexplicable, dimos los votos para que desde un triste segundo lugar lograran ser gobierno. Cierto que la otra opción era inaceptable, pero lo mínimo que le podemos exigir al actual Gobierno es que gane el partido, no que empate. Que pierda sería absolutamente intolerable.

Pocas veces en la historia de Chile se ha gozado de una libertad y un progreso tan amplios, pero sigo sin entender por qué hemos sido tan poco corajudos en defender nuestros treinta años.

Me alegraré mucho si en los próximos años se superan algunos de los índices de los treinta muy denostados años. Nosotros en buena medida contribuimos al retorno de la democracia y la libertad, que al parecer no es lo importante para muchos, total, nacieron con ella y no tuvieron que conseguirla. Nosotros sí, y a cara descubierta.

Pablo Dittborn Barros