El mercado nacional es pequeño y está envejeciendo, como en todos los oficios y profesiones. ¿Viejo a los 35? Eso era para el fútbol de antes. Ahora vamos camino a los 40.
En el fútbol y la política ocurren cosas parecidas. Los políticos no la abandonan y si fuera por ellos, serían políticos hasta que las velas se quemen y las mechas no ardan. Lo que ocurre es que la política los abandona a ellos.
Hay un momento, entonces, en que el fútbol abandona a los jugadores. Eso desespera, y un ejemplo de la generación anterior es la patada de Iván Zamorano, con la camiseta de Colo Colo, al árbitro Carlos Chandía en el año 2003. Lo expulsaron de la cancha y se fue para siempre.
Jorge Valdivia partió a cuentagotas, convenciéndose de a poco y finalmente cedió y se retiró, cuando se dio cuenta que el fútbol lo había abandonado.
Lo de Humberto Suazo parece mentira, porque el 2017 estaba retirado y amateur en el club Lo Gallardo, su único y gran amor. Volvió a ser jugador profesional, porque la sangre llama, y ahora figura en el plantel de San Luis de Quillota. Duro de matar y lo más curioso: de pelar.
Fabián Orellana, llamado “El Histórico”, abandonó Universidad Católica y de seguro nadie quedó satisfecho: ni el club ni el jugador, tampoco los hinchas, y el vínculo era por todo 2023, pero hubo acuerdo y Orellana dejó la UC. Hasta ahora no tiene equipo y quizás ya nunca más lo tenga. Orellana es parco y de poca bulla, su ubicación natural fueron los bordes de la “Generación Dorada” y no el disco duro.
Otro hombre silencioso, Matías Fernández, descendió con La Serena y se desconoce su suerte.
Todo lo anterior, por supuesto, ocurre en el modesto escenario del fútbol chileno, que es el lugar donde la generación dorada —relucientes, opacos, todos ellos— quieren terminar de protagonistas e interpretando alguna última obra. O dos, si hay bis. O tres, si el tiempo, la salud y los resultados lo permiten.
¿Cementerio de elefantes? Todo es relativo mientras haya aventura, marfil y el colmillo siga largo.
Es el próximo destino del fútbol chileno y es la etapa que corresponde: los que vieron nacer a la “Generación Dorada”, que se apresten a presenciar el lento y paulatino morir.
No hay que alarmarse, porque el asunto se limita a la vida útil e inútil de los jugadores, y de paso, y también, la de hinchas y testigos. No es que se vayan a morir al tiro y de verdad. No justo en este momento, al menos, sería demasiada la coincidencia, pero no está de sobra recordarlo: alguna vez ocurrirá.
No hay nada que hacer, solo celebrar lo que viene y mirar pasar el tiempo y el fútbol, que es cosa de hombres que piensan y de mujeres que saben.