Comienza un nuevo año, y es la oportunidad de preguntarnos respecto a dónde estamos y hacia dónde vamos. El tiempo, para la teología cristiana, es como una espiral: tiene una dimensión cíclica, donde muchas cosas se repiten (por eso celebramos las mismas fiestas litúrgicas cada año), pero nosotros somos distintos cada vez, pues experimentamos la intervención de Dios en nuestra historia y en nuestra propia vida. Por eso reconocemos un futuro lleno de esperanza.
Respecto al año que termina, siempre es bueno hacer una evaluación. Por supuesto que hay muchas formas de enfocar esto. Uno se puede preguntar por el tema laboral, el económico, el familiar, por la política... Pero como cristianos nos preguntamos desde la primera pregunta, la más importante: ¿qué lugar ocupó la caridad en tu vida este año que termina? Sabemos, como decía san Juan de la Cruz, que al atardecer de la vida nos examinarán en el amor. Es una pregunta que no queremos nos pesque de improviso en la hora de nuestra muerte, por lo que cada año que termina es una oportunidad de revisarla: qué personas han estado cerca este año, cómo la caridad te ayudó a enfrentar las situaciones difíciles que viviste, con quiénes has compartido tu tiempo , y tu talento y tus recursos... Hablar de caridad es hablar de personas, unas cercanas, otras desconocidas. Pero es hablar de manera especial de los más pobres: ¿qué lugar han ocupado en tu vida este año?
Sin duda, hay muchos momentos y personas que nos llevan a dar gracias por el año que termina. Y al mismo tiempo, hay cosas pendientes que nos animan a proyectar un nuevo año lleno de desafíos. Pero insisto, entre todos ellos, el de la caridad es el primero, el más importante y el más urgente.
La Iglesia nos invita, al comenzar cada año, a mirar a María en la solemnidad de María Madre de Dios. Este dogma, si bien es una verdad que ya creen los primeros cristianos, su proclamación brota de las definiciones cristológicas de los siglos IV-VI. Primero se define que Jesucristo es perfecto Dios y perfecto hombre. Luego se dice que estas naturalezas, si bien no hay que confundirlas, no se pueden separar en su persona . Y la conclusión teológica es que María no puede ser madre solo de una parte de Jesús, sino que lo es de toda su persona, por lo que se le reconoce como Madre de Dios.
Todo esto lo reconocemos en el contexto de la fiesta de Navidad que hemos celebrado en estos días . Dios nos sorprende mostrándonos el extremo del amor que nos tiene haciéndose uno de nosotros. Él decide caminar con nosotros, al modo humano. Nos admiramos al verlo envuelto en pañales al nacer, igual que cualquier otro ser humano. Nos lo imaginamos en los brazos cariñosos de su madre, necesitado de sus besos y caricias. Desde Belén hasta el calvario recorrerá un camino de entrega y caridad. Y su Madre, siempre a su lado . Él nos señala la ruta. Su Madre, que es la primera discípula, es nuestra compañera de camino. Le pedimos a ella que nos ayude a convertir este nuevo año en un tiempo especial de caridad y de servicio a los demás.
Les deseo un muy feliz año a todos.
"En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón".Lucas (2, 16-19)