La cobertura y juicio de la prensa internacional zanjó la tarde del jueves lo que sabíamos, pero que la extraordinaria construcción narrativa de una parte del periodismo argentino, en especial en estas últimas cuatro décadas, puso en duda. Pelé es el más grande y ninguno de los argumentos planteados, con la lógica de encontrar la quinta pata al gato, refutó lo que el niño de Tres Corazones edificó en una carrera fabulosa desde lo numérico, lo cualitativo, pero ante todo desde la memoria colectiva que implica convertirse en un ícono cultural. La transmisión oral, refrendada por la acumulación y descubrimiento de archivos que testimonian la grandeza del 10, permitió que las generaciones que vinieron luego del Mundial de Suecia 58 supieran de Edson Arantes do Nacimento.
El deporte más popular del mundo encontró en Pelé, justo en el momento en que este juego iniciaba su expansión comunicacional y territorial, el símbolo preciso para encarnar la perfección. Coincidió con la explosión de Muhammad Alí, revolucionario del boxeo, a partir de su cambio de paradigma en los pesos pesados, pero sobre todo por su mensaje libertario para la causa de los afroamericanos en Estados Unidos. Sin la grandilocuencia de Alí, las actuaciones y éxitos de Pelé posicionaron de otra manera a la población negra de Brasil. El gigante sudamericano tuvo otra relevancia en el escenario internacional con la irrupción de un personaje que dio a conocer a su país en el planeta.
Con seguridad, los futboleros tenemos una imagen que nos retrotrae a O Rei y su pique corto hacia un costado, interrumpido por ese salto con la mano derecha arriba y el puño apretado, luego de anotar uno de los más de mil goles que regaló a lo largo de sus dos décadas de trayectoria. Parecía que no envejecía. Cuando en 1990 cumplió 50 años y disputó un amistoso en el estadio San Siro por la selección brasileña ante un combinado de estrellas, nos maravillamos de su estado de forma. Y la conversación fue casi obvia para quienes no lo vimos en la cancha: si jugaba así, después de haberse retirado en 1976, ¿cómo imaginarlo en su etapa de futbolista activo? Los de mi generación recordamos los cortos que en TVN presentaba a Sergio Livingstoneantes del Mundial de Alemania 74.
Eran las imágenes de México 70, cuando el tricampeonato en el estadio Azteca decretó quien era el mayor futbolista de la historia. Como el tiempo es el que establece las verdades, hoy concordamos que dar la vuelta olímpica tres veces, en un torneo que se disputa cada cuatro años, es una marca inabordable. Salvo para Pelé, protagonista excluyente en Suecia y México. Resulta casi majadero decirlo, pero siempre es necesario: a los 17 años, en el estadio Rasunda, Pelé sacó campeón del mundo a Brasil, que es muy distinto a ser campeón del mundo.
Usted y quienes estamos en este oficio tenemos el deber de mantener viva la llama de la grandeza de Pelé, de no permitir que cualquier canto de sirena, campaña comercial o juicio aventurado a partir de la modernidad, cuestione o ponga en tela de juicio lo que hizo el 10. El mayor atleta del siglo XX, el que modificó para siempre el deporte que atrapa a millones, nos obliga a defender el legado del hijo de Dondinho y Celeste.