Tras el fracaso de taquilla de la saga refundacional del año 2022, damos la bienvenida al 2023 inaugurando una nueva función del rotativo constitucional. En ella, hay elementos que preocupantemente no cambian y otros, sustantivos que, enhorabuena, sí lo hacen y podrían orientarnos a un razonable porvenir.
Entre lo que no cambia, nuevamente encontramos a varios protagonistas de la revolución bolivariana en el elenco, pertenecientes a las compañías del Frente Amplio y Partido Comunista. En esta oportunidad, eso sí, están molestos por el fracaso del guion original, que escribieron y estrenaron desde la Convención, pero no asumen su responsabilidad. Siguen culpando a las noticias falsas y a los poderes fácticos. Además de estar incómodos, no son buenos para apegarse a las reglas, por lo que son actores complejos para cualquier dirección y producción.
Así, en esta nueva función, intentarán, antes, durante y después desconocer la nueva trama, sobre todo los pasajes de la comisión de expertos y su propuesta de anteproyecto, así como su influencia en la discusión. Y lo harán bajo la propaganda, engañosa, de que los mueve la legitimidad del proceso o la profundización y radicalización de la democracia (léase asambleísmo), esa misma que el Presidente lamentó esta semana no haber podido llevar a cabo por medio de la Convención.
A estas alturas, esa actitud para intentar desdibujar lo pactado no es sorpresa. Lo que sí sería desconcertante es que la derecha y la centroizquierda, que ya saben cómo son las cosas, tropiecen de nuevo con la misma piedra en la tramitación de la reforma que habilitará el estreno de la nueva función y den cabida a las nuevas líneas que esos actores quieren meterle al guion.
Respecto de las cosas que han cambiado y que son más prometedoras (aunque, ni el mejor diseño será garantía de éxito si no se acompaña de la responsabilidad de los ejecutores) encontramos, en primer lugar, al público. Inicialmente, este se mostraba muy entusiasmado con el estreno de la cuestión constitucional, lleno de falsas esperanzas y expectativas sobre lo que una Constitución está llamada a hacer (y que en realidad no hace). Hoy, y para bien, entiende que el desenlace constitucional no producirá el milagro social que los irresponsables artistas de la otrora función convencional le prometieron. Puede (y debe) mejorar el sistema político y electoral para que la democracia futura, menos fragmentada, pueda hacerse cargo de mejor manera de las urgencias, pero luego será tarea de la política conducir bien las discusiones. También, a estas alturas, el respetable está hastiado de la función pues, desde octubre de 2019, las condiciones en las que se desenvuelve su cotidianidad han cambiado rotundamente para mal. Las personas desearían que los esfuerzos, las urgencias y el acelerador se pusieran en donde están sus dolores y saben que mientras la producción y dirección de los partidos políticos y el gobierno se concentre en la cuestión constitucional, será esta y no otras agendas la que se robará la película, quedando en segundo plano la seguridad, educación, salud, el empleo y la economía.
Sin embargo, y porque así están las cosas con la decepción ciudadana, y aun a riesgo de equivocarme, me parece percibir otro cambio positivo. La centroizquierda y la derecha saben que no pueden jugar de nuevo con la ciudadanía ni experimentar con nosotros. Algunos, por sentido de la responsabilidad y otros motivados por las elecciones que están a la vuelta de la esquina en 2024 y 2025. Tendrían entonces, en lo que al debate constitucional se refiere, más incentivos a la mesura para no seguir desencantando a sus votantes. Me parece percibir que la centroizquierda dimensiona mejor que antes lo que está en juego en esta nueva versión del rotativo y es más consciente de la responsabilidad política que tiene, no solo de cara al país, sino para volver a construir una identidad propia, perdida y diluida entre el Frente Amplio y el Partido Comunista. Ya veremos.
Por cierto, en esta versión del rotativo el teatro ha sido remodelado y el libreto fuertemente editado para alejarse del experimento refundacional en cartelera el 2022. No está exento de riesgos, pero se han adoptado mayores resguardos. Sin embargo, resulta incomprensible que los guionistas no hayan contemplado expresamente el fin del rotativo, tras lo que serán cinco años de cartelera. Debió y debe quedar prístinamente establecido que, si el público vuelve a darle la espalda a esta función, rige la Constitución vigente y termina el costoso sin fin de convenciones, debiendo tramitarse cualquier reforma constitucional venidera donde corresponde: en el Congreso.