“No miren de frente al ‘Negro', no pierdan de vista la pelota”. Eso les decían los entrenadores a sus defensores. Pero no había caso, porque “los engañaba con la vivacidad de la mirada, con el cimbreo del cuerpo, con la pisada de la pelota, con el amague de irse por fuera para escurrirse por dentro…”.
Así aparece descrito Manuel Muñoz en el libro “De David a Chamaco”, recordándolo por “su soltura de trapecista, su elegancia, sus improvisaciones, sus reflejos”. Y con esos atributos entró a la historia del fútbol chileno como “Colo Colo” Muñoz. Un grande, inolvidable, que falleció el sábado.
También se dice que fue llamado “El expreso de Tocopilla” y él recordó que su coterráneo Alexis Sánchez, de niño, lo fue a ver jugar en canchas nortinas. Los suyos en el equipo blanco fueron 10 años, de 1949 a 1958, en los que hizo 120 goles y muy pronto fue su arribo a la selección: Alberto Buccicardi lo nominó para el Mundial de 1950, cuando recién se empinaba por los 22 años. Una historia exitosa, pero no fácil. Casi nunca son fáciles, en realidad.
Por de pronto, llegó casi obligado a Santiago, enamorado de Tocopilla y de su trabajo como mecánico. Pero gente de clubes capitalinos lo había visto en el norte, como Tomás Rojas, el “Rata” de los colocolinos, y la presión fue grande, hasta que recibió la aprobación de sus padres para viajar. Y en Santiago no dejó de trabajar. De los entrenamientos a la mecánica y de la mecánica a la casa, con su mujer y sus hijas.
En consecuencia, no era un muchacho de gran despliegue social. No era del café ni de otros lugares de visitas habituales de los jugadores de su época. “Nunca estuvo donde no debiera estar”, se decía de él. Bueno para su prestigio profesional, pero poco aporte para la fama, de modo que no ofreció material abundante para las noticias ni para las entrevistas. Un tipo tranquilo, quitado de bulla… como era Alexis cuando llegó a la capital. Pero Manuel Muñoz ancló aquí y no siguió a Europa ni tuvo avión, aunque como albo pudo tener automóvil y también hizo planes para comprar un camión.
Jugador intuitivo, hecho en canchas de tierra y formado en un fútbol sin organización táctica, en Colo Colo encontró un cuadro ya inscrito en los nuevos moldes desde hacía años, con la revolución de Francisco Platko en 1941, de modo que debió ceñirse a los nuevos fundamentos, para los que resultó predestinado. En efecto, con sus recursos técnicos, su velocidad y su entereza, fue un “punta de lanza” ideal.
No conocí a Manuel Muñoz, pero se me ocurre que algo le impidió mantenerse con regularidad en un nivel alto. Tenía muy buenos momentos, episodios de gran lucimiento, pero no los mantenía por largo tiempo. Tal vez nunca lo soltó la nostalgia. O tal vez algunos grados de timidez.
Como sea, dejó estampada su figura morena, ágil, vibrante en la retina del público de su época (luego jugó por Audax y Fernández Vial), y también fue “Colo Colo”, como lo había sido su tío Carmelo en las canchas del barrio Matadero.