En medio del calor, de las inquietantes cifras económicas y de la sorprendente polarización del escenario político, ha pasado casi desapercibido que nos encontramos a pocos días de la celebración de la Navidad. Para algunos de nosotros es una fecha simbólica que le imprime resignificado a la cristiandad. Para otros, es un momento de encuentro familiar y de revivir las tradiciones navideñas tan especiales.
Los partidos políticos, con el escenario del Congreso Nacional, han realizado un ejercicio democrático que merece valorarse y que, ante la cercanía de la Navidad, debiera llevarnos a meditar, con fe y esperanza, en el Chile que necesitamos, no solo hoy, sino que para las generaciones venideras.
En medio de tanta polarización, incertidumbre e inseguridad, requerimos recobrar la amistad cívica, en un verdadero pacto de generosidad y compromiso con el respeto mutuo. Nadie puede considerarse poseedor de la verdad absoluta, ni menos el único intérprete fiel del sentir del pueblo chileno.
Por ello es que, en ese escenario, nuestro sueño de Navidad para Chile parte por la unidad, acompañada del respeto de la diversidad, como se refleja, estamos ciertos, al interior de nuestras propias familias, sin que ello genere reproches ni condenas.
Este sueño que venimos develando requiere un nuevo acuerdo social, qué duda cabe. Uno que asuma lo mejor de nuestro pasado y que evite repetir sus errores, porque despreciando la tradición, los cimientos de cualquier edificio constitucional siempre serán endebles. Y el riesgo de convertirnos en un laboratorio que replica modelos foráneos se hace factible.
Esperamos que, en este nuevo proceso, se logre conjugar, equilibradamente, el orden con la libertad, pilares del Estado de Derecho. Una vez que ese equilibrio se asegura por la Carta Fundamental con una separación de poderes robusta y con adecuados controles y equilibrios, se cumple el ideal del gobierno limitado por el Derecho. Ni los órganos del Estado ni el sector privado deben rehuir la importancia del control, de la transparencia, de la rendición de cuentas a la ciudadanía ni de las regulaciones a la actividad económica que, lejos de sofocarla, la encauzan y la alejan de las malas prácticas.
Pero un sistema político con esas características requiere favorecer los consensos a través de mayorías estables, porque como varios ya han observado en estos días, la excesiva polarización solo transforma la construcción del bien común en la suma de bienes particulares donde, además, se priorizan, los de aquellos que golpean más fuerte la mesa. Para evitarlo, un sistema electoral con umbrales mínimos de existencia de los partidos políticos se vuelve indispensable. Sin embargo, ello aún no es suficiente si los procesos de toma de decisiones no son el reflejo de una adecuada gobernanza, donde la sociedad civil tenga un lugar permanente, venciendo la verticalidad que nos ha caracterizado y las formas de participación simbólicas que no resultan incidentes.
Chile merece volver a ser el modelo de desarrollo que lo distinguió en el mundo durante las últimas décadas. La iniciativa privada, así como el libre emprendimiento, jugaron y deben seguir jugando un rol esencial como complemento del Estado en el avance hacia un modelo de distribución equitativa de la riqueza, pero también en el complemento necesario a la autoridad pública en la provisión de bienes sociales, como la salud, la educación, la vivienda y la seguridad social, que le otorgan verdadero sentido a la fórmula constitucional del Estado Social de Derecho.
Así, y sin ánimo de arrogarnos la representación de todos los chilenos y chilenas, podríamos sostener que el sueño de Navidad profundo que todos compartimos es el de un país unido bajo un acuerdo constitucional que lo interprete y donde los valores patrios recobren el sitial que les corresponde a través de una historia compartida. No requerimos una Constitución maximalista, porque los valores y principios constitucionales —ya plasmados en las bases que forman parte del acuerdo— serán el faro que guíe su concreción a través de las políticas públicas en las que todos y todas deseamos aportar. ¿Por qué no vamos a ser capaces?
Marisol Peña
Presidenta Mesa Constitucional Sofofa
Richard von Appen
Presidente Sofofa