Señor Director:

Temo que algunas de sus lectoras pudieron malentender alguna de mis opiniones recogidas en una entrevista. El punto que hice fue que no hay que olvidar que la desigualdad y el maltrato que introduce el género se agravan cuando se suma la cuestión de la clase social y la etnia. Es lo que en la literatura se conoce como interseccionalidad: varios factores, género, etnia, clase social, se cruzan e intersectan en torno a un solo sujeto o en una sola posición social. De ahí que no sea igual la situación de una mujer burguesa profesional, que trabaja y que para hacerlo contrata a otra para las labores del hogar, que una mujer que suma al género como factor de trato desigual, la pobreza o el origen étnico o la identidad sexual. Ambas experimentan los problemas del género y la división sexual del trabajo —de eso no cabe duda—, pero su situación vital es muy distinta.

Desde el punto de vista de su situación vital, y atendidas las diversas posiciones de clase y de origen, el universal mujer desprovisto de las relaciones de poder que configuran a los sujetos sociales, no existe. Sobre eso no hay discusión en la literatura feminista.

Carlos Peña