Falta una semana para la Navidad, y todos -ojalá- estamos recorriendo personalmente nuestro propio camino a Belén: camino de oración, esperanza y penitencia.
¿Fue una sorpresa para José y María el embarazo de este Niño? Sí; para la virginidad de su madre significó un cambió total en sus planes, y para José el embarazo puso en tela de juicio la santidad de "la llena de gracia". Pero la promesa era conocida por todo el pueblo escogido: lo "había dicho el Señor por medio del profeta: Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros" (Mateo 1,22-23).
De este Niño se ha hablado y esperado tanto antes de su nacimiento. ¿Cómo apareció? Para los vecinos de Nazaret todo fue aparentemente muy normal, pero su madre sabía que no era así, ya que "esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo" (Mateo 1,18). Su marido agradeció al ángel, quien le informó de parte de Dios que "la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo" (Mateo 1,20).
Con todas estas circunstancias, es natural preguntarse ¿para qué ha nacido este Niño? Una pregunta que es única, porque ningún papá pretende saber el destino de su hijo antes de que nazca: para qué está aquí, su profesión, su vocación, etc. Están contentos con saber su sexo y su estado de salud, pero... ¿qué va a ser de esta hija o hijo?... Poco frecuente.
En cambio, José y María saben lo que el pueblo judío conoce con siglos de anticipación: que es un varón: "Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús" (Mateo 1,21). Pero lo increíble es que ellos también saben la misión de su hijo y qué va hacer aquí en la tierra: "él salvará a su pueblo de sus pecados" (Ibid).
Cuando haces una encuesta ¿Por qué Dios se hizo hombre y vino a la tierra?, escuchas: "vino a visitarnos", "nos quiere", "porque es bueno"... respuestas afectivas, amorosas, emotivas, pero que no mueven. Dios es mi salvador y tendrá que morir por mí, para redimirme: esta es la santa y pura verdad.
Este Niño me enseña que es un Dios tan grande, que puede hacerse pequeño. Que nace inerme gracias a que es poderoso. Que con su recia bondad renuncia a su esplendor divino y desciende a un establo para que podamos encontrarlo.
Este niño es la persona aquí en la tierra que más ha influido en mi vida. En mi juventud, con su debilidad, me ayudó a levantarme en las mañanas para asistir a su Misa. Con su paz me ayudó -sin darme cuenta- a no pelear más con mi hermana... un verdadero milagro para mi mamá.
Pero, padre, ¿no estará exagerando?... De verdad, me quedo corto, porque todo lo que soy se lo debo a este Niño... ¡es mi salvador! ¿Tú no puedes decir lo mismo? De su obediencia depende mi libertad, para hacer lo que quiero y no lo que no quiero. Y si hago lo que no quiero él "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1,21).
"Le pondrás por nombre Jesús" (Mateo 1,21), que significa "Yahveh es salvación" o "Dios es salvación ". Estos días, preparando el Pesebre del Templo parroquial, al Niño que veneramos el 24 en la noche he querido pintarle los estigmas en sus manos, pies y pecho .
En ese momento ese beso crecería en profundidad, cariño y afecto, porque no estaría sólo admirando su Santísima Humanidad, sino dándole también un gran beso eucarístico, agradeciendo por su mediación : "Por él hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles, para gloria de su nombre. Entre ellos se encuentran también ustedes, llamados de Jesucristo" (Romanos 1, 5-6).
Y de verdad le digo a mi Salvador, a este Jesús Niño: "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida" (Salmo 23:6).
"La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo"Mateo (1,18)