La necesidad de reforzar el trabajo conjunto entre el Gobierno y los empresarios fue uno de los mensajes del discurso del Presidente Boric en la cena de la Industria, planteamiento oportuno que fue muy bien valorado por los asistentes y también por la opinión pública. Sabemos que ningún actor por sí solo puede resolver los problemas de la sociedad actual, por lo que la gobernanza necesita sustentarse cada vez más en relaciones y alianzas amplias. Lamentablemente, la colaboración efectiva ha avanzado poco en el país, probablemente por la crisis de confianza que venimos arrastrando desde hace años. Por esta razón conviene analizar las condiciones para que una gobernanza colaborativa genere los resultados que el país espera.
En su concepción teórica, el empresariado entiende que el trabajo conjunto se debe orientar a crear las condiciones fundamentales para el buen funcionamiento de los mercados, como el Estado de Derecho, la estabilidad macrofinanciera, la infraestructura y la adecuada regulación. Este es el marco en el que se desenvuelven las empresas, las que no pueden operar y crecer si estos fundamentos son débiles. De hecho, hace unos meses, la Sofofa entregó al Gobierno una serie de propuestas concretas para fortalecer estos pilares, por lo que un trabajo conjunto en torno a esta agenda sería muy bienvenido por el sector.
Para el Gobierno, en cambio, el trabajo conjunto es complementario al desarrollo de su programa y a las transformaciones ahí definidas como necesarias. Se trata de dialogar, generar confianzas y destrabar los nudos que impiden avanzar, pero sin comprometer el contenido fundamental de las reformas que conforman la agenda del Gobierno, donde es el Estado el gran protagonista del desarrollo. Este hecho limita el potencial transformador que tiene una gobernanza más colaborativa.
En ambas visiones, el trabajo conjunto es entendido como una relación transaccional, que sirve para implementar un contenido definido con anterioridad. El “qué” y el “cómo” de la acción se separan y la invitación a colaborar se concentra en lo segundo. Así, adquiere un sello más propio de una negociación que de una cocreación. En algunos casos este enfoque puede funcionar, pero la gobernanza que permite enfrentar problemas complejos debe considerar el “qué” y el “cómo” como dos elementos integrados. Solo así se pueden llevar a cabo las transformaciones que requiere la sociedad actual.
La gobernanza colaborativa comprende todos los procesos a través de los cuales se organizan los diversos actores sociales para atender -entre todos- los grandes desafíos colectivos. Se basa en los principios de codiseño y coproducción de las soluciones, lo que permite la adaptación, el aprendizaje y la reflexión conjunta, que es el germen de la transformación.
En esta línea, avanzar hacia una gobernanza más colaborativa requiere de cambios en las relaciones entre el Gobierno, las empresas y la sociedad civil. El Gobierno debe encontrar nuevas formas de coordinación interna que eviten los riesgos de una fragmentación excesiva de las políticas; incorporar los contextos locales en el diseño y la ejecución de sus programas; e invitar a los sectores relevantes -estén organizados o no- a participar en el diseño y ejecución de las soluciones a los desafíos de la sociedad contemporánea.
Las empresas, por su parte, deben ir más allá de una organización en torno a intereses gremiales y vincularse de una manera más amplia con los retos que impone un desarrollo inclusivo y sostenible. En los países avanzados es frecuente encontrar líderes empresariales comprometidos con organizaciones de desarrollo local, empresas que participan en esfuerzos conjuntos de innovación y programas colaborativos de progreso de la fuerza de trabajo. En Chile hay muchos ejemplos de empresas que se mueven en esta dirección, pero es un proceso en el que nos queda mucho por avanzar.
En el ámbito de la sociedad civil, las diversas organizaciones son fundamentales para el buen funcionamiento de la gobernanza colaborativa. Aportan el contexto para las intervenciones públicas y el ecosistema de relaciones para que sean efectivas. Por lo tanto, fortalecer el tejido social en Chile es uno de los principales desafíos para una gobernanza más colaborativa.
Cada uno de los desafíos descritos tiene dos dimensiones: por un lado, reforzar la infraestructura institucional que permite sustentar una gobernanza más colaborativa; y por otro, generar habilidades de las personas para mejorar las relaciones y los frutos que a través de ellas se obtienen. La gobernanza colaborativa funciona cuando hay actores clave cuyo rol es conectar a los demás y facilitar el trabajo conjunto, más que ejercer un poder de tipo tradicional.
En síntesis, para enfrentar la complejidad de la sociedad actual es clave desarrollar una gobernanza más colaborativa, que permita organizar el esfuerzo de múltiples actores. Si bien la tradición en Chile ha sido la de una gobernanza marcadamente centralista y vertical, es posible que el mensaje del Presidente a los empresarios sea una señal y una invitación a explorar nuevas formas de trabajar en conjunto.