De las cenizas —y no solo en términos figurativos— renace Valparaíso. Sabido es que su tradicional “plan” fue víctima de la ola de descontento quizás legítimo, pero —sin duda— irracional en su forma, del 18-O. Tan avasalladores fueron los rayados, destrucciones con palos y machetes e incendios no fortuitos (basta ver la fachada del diario más antiguo de América aún en circulación), que la gran mayoría del comercio de los barrios Puerto y El Almendral (además abatidos por la pandemia) debieron “bajar cortinas”, dándoles a sus veredas un cierto aire fantasmagórico.
Pero la única ciudad chilena declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco tiene agallas y —contra viento y marea— sigue adelante. Una vez más (la de 2022 es la décima versión de los Premios Ciudad Valparaíso de Fundación Futuro), salimos a la búsqueda de iniciativas, personas, organizaciones, que en estos 365 días hubieran puesto su grano de arena para alentar al puerto. ¡Y vaya que las encontramos!
Sí. En medio de este Valparaíso semi trasquilado, descubrimos que los jesuitas fueron sabios al entregar en concesión su iglesia (monumento nacional) y su centenaria residencia (con bellísimo patio) para que se convirtieran en el Espacio La Compañía: un cowork en que oficinas de arquitectos, talleres de artistas y organizaciones vecinales comparten techo y espíritu.
¿Cómo no celebrar que la Universidad Federico Santa María —en vez de construir un nuevo inmueble— se hiciera del edificio de la ex Bolsa de Comercio de Valparaíso para transformarla en un centro de innovación? Sigamos. También recibirán su merecida distinción Lucy Briceño, la octogenaria cantante de tangos y boleros, sin la cual —honestamente— no se entiende la bohemia del puerto, y don Carlos Almarza, el porteño que lleva más de medio siglo creando artesanalmente volantines con “alma, corazón y vida”.
Nadie podrá discutir que el arte entra hasta por los poros tras recorrer tanto las salas permanentes como las notables exposiciones temporales (fruto de la visión de su director: Rafael Torres) del Museo Municipal de Arte que habita el mítico Palacio Baburizza. Asimismo, es irrefutable que —en los tiempos que corren— el Fondo de Cultura Económica fue más que quijotesco al instalar su primera librería regional en pleno Cerro Alegre. Se agradece también el libro en que Magdalena Dartel recoge —como un verdadero rescate arqueológico— el conjunto de murales del memorable Museo a Cielo Abierto que tanto enorgullecía a los porteños cuando no tenía dudosos grafitis desacralizándolo, como inexplicable y exasperantemente ocurre hoy.
Ahora, si de entusiasmo se trata, no hay quién les gane a las llamadas “Brochas locas” del Cerro Concepción. Los hermanos Gagliardo —junto a otros entusiastas amigos del mismo cerro— pintan voluntariamente esos feos rayados que dejan ¿los turistas?, ¿los mismos vecinos?, ¿los vándalos? Que todos queramos (y, por ende, cuidemos) y, sobre todo, gocemos el icónico Valparaíso. Eso buscan los Premios Ciudad Valparaíso de Fundación Futuro.
Magdalena Piñera