Señor Director: Soy una jubilada privilegiada. Tuve la suerte de imponer, sin lagunas, los últimos 33 años de mi vida laboral. Recibo de parte de la AFP una pensión que si bien no es lo que recibía cuando estaba laboralmente activa, no me quejo. Jubilé bajo “retiro programado” (ignoro por qué el proyecto elimina esta modalidad) y si bien en el recálculo anual a veces ha bajado mi pensión, en otras oportunidades ha subido. Soy viuda con hijos adultos y sanos, por lo tanto, no debo asegurarle pensión de sobrevivencia a nadie. Me alegra saber que cuando fallezca si aún tengo fondos (yo creo que sí, porque en todos estos años mis fondos solo han crecido) los heredarán mis hijos. Pero tengo una desagradable sensación, una sensación inespecífica, con el anunciado proyecto de ley de pensiones. Se ha dicho hasta la majadería que el bosquejo está concebido para mejorar la pensión de los actuales jubilados (o sea, la mía) y la de los futuros pensionados. Pero algo me dice que yo no caeré en ese grupo, no solo que no mejorará mi pensión, sino, por el contrario, que se reducirá. Nivelar hacia abajo (claro, hacia arriba es muy difícil). De verdad quiero estar errada, quiero que mis temores sean puros prejuicios carentes de racionalidad y llenos de ignorancia. Nunca como hoy anhelo estar equivocada, y cuando realmente lo esté (que eso espero), reconoceré hidalgamente en estas mismas páginas que estaba equivocada. Felizmente equivocada. Patricia Espejo
Jubilada