Comienzo la columna de hoy agradeciendo al humorista Ricardo Meruane su carta al director del lunes, en que aclara una afirmación mía escrita el domingo pasado. Dice que “el Meruanista” no es él. Me pareció graciosa su afirmación, porque imaginé a Ricardo Lagos escribiendo una carta a “El Mercurio” para puntualizar que él no es laguista.
Vaya a través de estas líneas mi homenaje a Meruane y al Meruanista, y a todos los que perseveran en Chile en el oficio del humor, la sátira, la hilaridad.
Y aprovecho de dar la bienvenida a nuestro rubro al senador Francisco Chahuán, quien debutó esta semana cuando compareció con una guitarra en el Palacio de la Moneda.
Él explicó que había ido con el instrumento para regalárselo al Presidente Boric, quien había reconocido en una entrevista que al llegar al poder se había dado cuenta de que “otra cosa es con guitarra”.
La mayoría de la gente evaluó desfavorablemente la performance de Chahuán y se burlaron copiosamente de él a través de memes y otros formatos en redes sociales. Los críticos planteaban que “chiste repetido sale podrido”, porque se sabía que a Boric un exministro de Piñera ya le había regalado una guitarra al llegar a La Moneda. También le cuestionaron el concepto mismo del chiste, que al no calificar ni como parodia ni sarcasmo, ni contener ninguno de los elementos básicos que gatillan la comicidad, como la hipérbole, la yuxtaposición o incluso la exageración, no daba risa. Es decir, su puesta en escena habría resultado insalvablemente fome.
Pero todos esos análisis son erróneos. El senador Chahuán nos regaló la posibilidad de reírnos fuerte esta semana; nos permitió experimentar un tipo de catarsis; tragar ese contraveneno espiritual que hace más soportable la existencia, como dicen los filósofos, y que convierte la capacidad de sacar carcajadas en algo similar al arte.
Toda la confusión ocurrió porque se evaluó el acto cómico de Chahuán en el registro equivocado entre los tipos de humor. Y es entendible el malentendido, porque como él es un político, todo el mundo pensó que lo de la guitarra en La Moneda se trataba de una pieza de humor satírico o irónico (o absurdo, incluso). Y no. Lo de Chahuán pertenece al subtipo de humor que se define como “blanco”. En efecto, el “humor blanco” es aquel que utiliza referencias universales, sin connotación negativa o controversial, sin cinismo, ni doble sentido ni lenguaje soez. Es humor ingenuo, pastoril.
Por eso al “humor blanco” muchas veces se le conoce como “humor familiar”. Cualquiera lo entiende y nadie se ofende. Y, lo más importante, este tipo de humor generalmente sitúa al comediante, al histrión, como el foco de la burla. Aquí el humorista no se ríe de otros, sino que invita al público a reírse de él. Es noble el oficio del “humorista blanco”, porque hay una cierta inmolación en su arte. Y así lo comprobamos con Chahuán esta semana en la manera en que se mofaron de él las redes sociales.
En cambio nosotros, los satíricos (como yo, Meruane y el Meruanista) somos bastante más miserables. Pero el show debe continuar, coleguita Chahuán. Bienvenido.