El sistema democrático, como se le entiende en Occidente, tiene en el Parlamento y en los partidos políticos su base esencial. En Chile la situación frente a la ciudadanía, tanto del Parlamento como de los partidos políticos, está cada día más deteriorada.
En 1990, al iniciarse el período de transición, la confianza ciudadana en el Parlamento y en los partidos alcanzaba el 54%; hoy, 32 años después, ambas instituciones no superan el 10%. Habría que escribir 25 columnas para encontrar las razones de esta pérdida de confianza; sin embargo, me quiero detener solo en algunos de los últimos acontecimientos que se han desarrollado en el Parlamento y en el sistema de partidos políticos.
Empecemos por la proliferación de partidos políticos en Chile. En la Cámara de Diputados, en la actualidad, hay 19 partidos políticos con representación. Para ser precisos: Apruebo Dignidad aporta con cinco partidos —Partido Comunista, Frente Regionalista Verde Social, Comunes, Convergencia Social y Revolución Democrática—. El Socialismo Democrático aporta con cuatro —Partido Socialista, PPD, Partido Radical y Partido Liberal—. La derecha contribuye con otros cuatro: Renovación Nacional, UDI, Evolución Política y P. Republicano. Agreguemos al Partido Demócrata Cristiano, Partido de la Gente, Partido Humanista y al Partido Ecologista Verde.
Y se han integrado a este balance dos partidos en formación: Amarillos y Demócratas. ¿Cree usted, estimado lector, que es razonable que en un país como Chile existan 19 partidos con representación parlamentaria? Quisiera agregar además, como otro factor, que existen parlamentarios en la Cámara de Diputados que fueron elegidos por partidos que hoy día la ley los declaró inexistentes, por no cumplir con los dos requisitos que permiten que los partidos sigan existiendo: obtener el 5% de los votos en la última elección de diputados y/o elegir más de 4 parlamentarios, sean estos diputados o senadores en más de una región. Con esta fragmentación el país se hace ingobernable, cualquiera sea el gobierno que este en La Moneda.
Pero además de lo anterior, existe otro fenómeno. Son aquellos parlamentarios en ejercicio que fueron elegidos por la ciudadanía por un determinado partido político y han optado por renunciar a dicho partido y mantenerse en el cargo. ¿Qué pensarán aquellos electores de esos parlamentarios que votaron no solo por sus condiciones personales sino además porque pertenecían a un determinado partido político? De hecho, hoy día es muy difícil, a un año de la última elección parlamentaria, precisar la fuerza de cada partido dadas las renuncias mencionadas como también los cambios de partido. A manera de ejemplo: el partido más grande de Chile, Renovación Nacional, eligió 25 diputados, pero el 12 de marzo ya tenía 24 porque uno de sus diputados se cambió al Partido Republicano. Ayer hemos sabido en la prensa que una diputada elegida por el Frente Social Cristiano y que integraba en consecuencia la bancada republicana, primero se cambió a Renovación Nacional y posteriormente abandona dicha bancada para crear un nuevo partido.
Además hay diputados en ejercicio, como lo dije antes, que salieron elegidos como parte de partidos políticos que legalmente dejaron de existir: es el caso de un diputado del partido Ciudadanos que hoy forma parte de la bancada del PPD, es el caso de un diputado del Partido Regionalista de los Independientes que hoy forma parte de la bancada del Partido de la Gente, es el caso de tres diputados humanistas y de dos diputados ecologistas.
Este cuadro de fragmentación, de trasvasije de un partido a otro, de renuncia al partido que lo llevó de candidato y mantenerse en el cargo, en mi opinión, creo que colabora con la baja confianza de la ciudadanía en los partidos y en el Parlamento.
Como si lo anterior fuera poco, hemos sabido por este diario que el alcalde de Valparaíso y exconvencionales de la Lista del Pueblo quieren formar otro partido político situado a la izquierda del Frente Amplio. Además, en este mismo medio, en una entrevista reciente, el excandidato presidencial Marco Enríquez-Ominami sostiene que está apoyando a creación de tres nuevos partidos.
Frente a lo descrito, la solución es que en el futuro debate constitucional se regule este sistema, único espacio por lo demás que no tendría conflicto de interés con los actuales parlamentarios.
La solución es radical y debiera contemplar los siguientes aspectos: todo partido político que en una elección nacional de diputados no alcance el 5% de los votos desaparece del sistema y no elige parlamentarios, todo parlamentario elegido por una lista o un partido que renuncie a ese partido debe abandonar el cargo, las listas en competencia deben ser cerradas y bloqueadas, lo que significa que el ciudadano opta por ideas, propuestas y no solo por personas. Esto requiere además, dado el mayor poder de los partidos políticos, democratizar la vida interna de los partidos, donde la clave está en que el Servicio Electoral administre las elecciones internas en cada partido político. Si no enfrentamos la situación que estamos viviendo, el corazón del sistema democrático, es decir, el Parlamento y el sistema de partidos, corre el riesgo de detenerse.