Por las razones que sean, Donald Trump mantiene un protagonismo en la política norteamericana que muchos quisieran se hubiera esfumado hace tiempo, y más aún ahora, con los pobres resultados que obtuvieron los candidatos que ungió para competir en las recientes elecciones de Estados Unidos. Todavía hay expectativas sobre el “gran anuncio”, programado para mañana, con el que supuestamente lanzaría su postulación para 2024.
“Un verdadero líder sabe que es tiempo de bajarse del escenario”, sentenció la vicegobernadora republicana afroamericana de Virginia, hasta hace poco fanática del expresidente, pero que, como tantos otros, considera que el mensaje de los votantes fue claro: “ya es suficiente”. Trump es obstinado, y no ha dado señales de que esa fuera la conclusión que sacó del proceso electoral. Por el contrario, a pesar de que cada día se suman los republicanos que lo culpan de que el partido no hubiera ganado todas las gobernaciones que esperaban, ni arrasado en la Cámara y, lo más decepcionante, no haber podido recuperar el Senado, él aparenta sentirse fortalecido y energizado para seguir compitiendo.
¿Es por simple narcisismo que Trump persiste en imponerse sobre la realidad, que muestra que ya su estrella está dejando de brillar? Podría ser. Pero hay otras razones poderosas para que se resista al retiro, y tienen que ver con los líos judiciales que lo acosan, tanto en el plano de sus negocios como en la política.
Existen varias causas pendientes que los fiscales dejaron en suspenso por una tradición de evitar avanzar en ellas durante los períodos electorales, pero que ahora, probablemente, reactivarán. En Nueva York, por ejemplo, está abierta una investigación de sus empresas que podría afectar significativamente su fortuna. Mientras, en el Congreso, siguen las audiencias sobre el grave incidente del 6 de enero de 2021, cuando sus partidarios coparon el Capitolio para evitar que se ratificara el triunfo de Joe Biden. Siendo candidato, su mejor defensa es que se trata de una persecución de los demócratas; si es un ciudadano común, ya no podría ampararse en ello. Esto recuerda a Cristina Fernández, en Argentina, quien juega a hacerse la víctima de una justicia supuestamente politizada que la persigue por ser quien es, en tanto se refugia en los fueros de sus cargos.
Dejando de lado los asuntos judiciales, Trump querría una revancha electoral con Biden. Para el Partido Republicano, que necesita nuevas caras con nuevas ideas, esa no es la mejor opción. Hay varias figuras republicanas, con buenas perspectivas a nivel nacional, que ya no les temen a las bravatas del expresidente y se preparan para enfrentarlo si se presenta en las primarias. Mañana veremos si Trump persiste en su actitud combativa. Lo que parece cierto es que la mayoría de su partido ya no está dispuesta a seguirle la corriente.