“¿Somos amigos o no somos amigos?”. Esa pregunta, generalmente realizada al calor de unas copas de más, es maravillosa. A veces significa una reconciliación, otras veces la renovación de los votos de la amistad.
Al Presidente Boric le va a tocar escucharla seguido en algún tiempo más. Porque en sus últimas intervenciones públicas, como las de esta semana, como que ha negado un poco a sus amigos.
Lo que pasa es que carga con la sospecha de haber realizado varios nombramientos o contrataciones en el gobierno de personas que son sus amigos o que son muy amigos de sus muy amigos. Entonces, se ha defendido de las críticas diciendo que todas las designaciones han sido exclusivamente por aptitud profesional y no por compadrazgo, pituto o amiguismo.
Un humorista de Twitter, que firma como “Meruanista”, llegó al punto de decir que dada la crisis de los pitutos el Gobierno estaba comenzando a enfrentar el “dilema de la última embajada”.
Es verdad que los principales cuestionamientos han tenido que ver con las designaciones diplomáticas. A España envió a un reconocido amigo suyo desde la época universitaria; a Argentina a la “niña de los ojos” de su socio el presidente del PC; a Brasil (pese a que Bolsonaro nunca le dio el beneplácito) mandó a un compañero de lucha del Frente Amplio; y esta semana a México a su compañera y partner Beatriz Sánchez.
La “Bea”, como le dice él, es otra de los exintegrantes de la Convención Constitucional pertenecientes al oficialismo que fueron contratados por el Estado después de la derrota del 4 de septiembre. Porque hay una lista cada vez más nutrida de exconstituyentes en el Gobierno: al desembarco hace unos días de Tomás Laibe hay que sumar a Ricardo Montero, César Valenzuela y Constanza Schönhaut. Todos ellos tienen historias de batallas, alegrías, penas, amores, desamores, comidas hechas y amistades nunca desechas.
Es que son un lote que ha estado junto en las buenas y en las malas, en las duras y en las maduras.
Pero el Presidente les ha hecho la desconocida estos días, insisto. “No hay nadie que esté hoy dentro del Estado que no tenga las competencias para estar y que esté por motivo de ser amigo de alguien”, dijo. “Yo no tengo 600 amigos, no soy Roberto Carlos”, insistió. “La gente que nosotros hemos contratado está por motivos de idoneidad profesional”, remató.
¡Cómo les habrán roto el corazón estas tres negaciones —como las bíblicas— a los amigos del Presidente y a los amigos de sus amigos!
Porque, además, no es estratégica esta desconocida. Es sabido que mientras más amigo del Presidente sea un embajador, más honrado se siente el país anfitrión y mejores posibilidades tiene de hacer una gestión exitosa, dada su línea directa con el jefe de Estado.
Pero, en fin, las cosas son como son.
Ya llegará el día en que estén todos juntos en una fiesta regada y abrazados todos se pregunten al unísono y con lágrimas en los ojos: “¿somos amigos o no somos amigos?”.
“¡Somos amigos!”, gritarán, y así dejarán de ser solo amigos imaginarios.