Las elecciones de medio período (midterm) en EE.UU. han mostrado, nuevamente, que ese país está profundamente dividido. La votación —aún no concluida, pues cada estado tiene procedimientos electorales diferentes, y habrá un balotaje para la elección de un senador por Georgia— no fue la avalancha trumpista que algunos republicanos anunciaban, y que muchos demócratas temían.
Generalmente, los gobiernos en ejercicio en EE.UU. pierden las elecciones de medio período, pues estas tienden a reflejar el desgaste de los dos primeros años de cada administración. Las elecciones midterms importan, además, porque señalan los primeros aprontes para la siguiente elección presidencial, esta vez para 2024.
A los demócratas les fue mejor de lo esperado, logrando triunfos emblemáticos como el de Wes Moore, escritor y emprendedor afroamericano que competía por primera vez para un cargo de elección popular, y que les arrebató la gobernación de Maryland a los republicanos; Maura Healey, la primera mujer, y abiertamente gay, elegida gobernadora de Massachusetts; John Fetterman, elegido senador por Pensilvania, quien, habiendo sufrido un infarto cerebral durante la campaña, pudo recuperarse y derrotó a un médico popular de la televisión, favorito de Trump; y el joven de 25 años Maxwell Frost, que se convirtió en el primer integrante de la generación Z (nacidos ente 1990 y 2010) en llegar a la Cámara de Representantes por un distrito de Florida.
Donald Trump salió averiado de estas elecciones. Varios de sus fieles seguidores, negacionistas de la elección presidencial, perdieron. Y el contundente triunfo del conservador Ron DeSantis, reelegido en la gobernación de Florida emergió como un formidable contendor en la interna republicana. Trump ya amenazó a DeSantis afirmando que conoce antecedentes personales del gobernador “que no son muy favorables”, agregando, en un estilo de la mafia: “Yo sé más que nadie sobre él, con excepción, quizás, de su esposa”.
Aunque es probable que el Partido Republicano termine ganando la Cámara de Representantes, el margen de triunfo no será de la magnitud que se esperaba. La pérdida de escaños será menor que la que sufrieron en las elecciones midterms tanto Bill Clinton como Obama.
No hubo un tsunami republicano, ni siquiera una marea, y más bien un suave oleaje, probablemente por la misma polarización del país. Es decir, la división nacional actuó como un dique de contención; los demócratas resistieron y se movilizaron en favor de sus causas para impedir el avance de la extrema derecha trumpista. Una encuesta de la cadena CBS refleja la polarización del país: los votantes sienten antipatía hacia Joe Biden, pero sienten una antipatía aún mayor hacia Trump.
Para los demócratas la elección significaba defender el derecho al aborto, congelar los precios de los medicamentos, combatir el cambio climático, controlar la venta de armas, defender las garantías sociales y, quizás lo más importante, salvaguardar la democracia y frenar el extremismo. Para los republicanos, la elección era principalmente un referendo sobre la economía, la prioridad de la inflación, la seguridad pública y la inmigración irregular.
El Presidente Biden había advertido días antes de la elección que el futuro de la democracia estaba en juego. Los candidatos incondicionales de Trump, que aún no reconocen la victoria de Biden en 2020, manifestaron no estar dispuestos a aceptar los resultados de las propias elecciones en las que participaban. Un sitio web utilizado por los partidarios de Trump advirtió sobre estas elecciones de midterm: “Esperen un robo” (Expect the steal).
La democracia estadounidense está a salvo, por ahora; pero la división profunda política y social de EE.UU. continúa. El problema de un empate electoral en una sociedad polarizada es el eventual recurso a la violencia en vez del voto.
No será fácil gobernar los dos años restantes de la actual administración. Una Cámara de Representantes hostil a Biden puede ahondar aún más la polarización, abrir investigaciones sobre su hijo Hunter, levantar trabas presupuestarias, e intentar revertir las reformas ya aprobadas, ante lo cual el Presidente no tendría otra opción que recurrir al veto.
El impacto internacional de un EE.UU. polarizado puede llegar a erosionar el único consenso bipartidista sobre la invasión rusa de Ucrania y el conflicto estructural con China. Respecto a América Latina, no habrá un impacto significativo; lo más valorable de esta elección es que no generará un efecto demostración que aliente a los sectores que no creen en la democracia.
Heraldo Muñoz
Ex canciller de Chile, entre 2014 y 2018.