No vi al Magallanes del estreno del profesionalismo, el de los tres títulos consecutivos, el del “Cotrotro” Córdova, el “Tripa” Ogaz, el “Chorero” Avendaño y compañía. Tampoco vi al de los años 40 de ese histórico mediocampo peruano compuesto por “Titina” Castillo, Pasache y Lobatón ni a esa delantera argentina de los mismos años: Martín, Fandiño, de Blassi, Orlandelli y Contreras. No los vi, pero los recuerdo y esas formaciones extranjeras las repito de memoria desde hace muchos años. ¿Cómo recordar lo que no se conoció?
Se puede recordar a través de las imágenes que se forman en la mente a través de las historias escuchadas, de anécdotas referidas por algún protagonista, por las versiones de testigos. No me faltaron, felizmente. Porque escuché a Antonino Vera, a quien llamo padre, a Renato González, “Míster Huifa”, Alberto Buccicardi, jugador, entrenador y periodista de las mismas épocas. (Bueno, y hay fotografías…).
Y también escuché a algunos protagonistas, como Carlos Orlandelli, al que conocí cuando ya era mayor y tenía un local de venta de boletos de lotería en el centro. Un hombre sano, sencillo, alto, de una cálida mirada celeste. Titular indiscutido en “La Academia” durante casi una década, fue después su entrenador en varios períodos. “Carlitos” transmitía la serenidad de las gentes del club y que no caracteriza necesariamente a los que habitan la banca.
Fue “Míster Huifa” quien más me acercó a Magallanes. Cada vez que llegaba a su casa, frente al Parque Bustamante, a donde iba a buscar la columna que escribía para la revista Estadio, sacaba alguna joya de su cofre de los recuerdos y regalaba más de alguna reflexión sobre el fútbol, la política y el mundo. Un tipo excepcional. Como a buen magallánico de tomo y lomo, le costó perdonar la escisión del grupo que formaría Colo Colo. “Se fueron por la plata”, decían los seguidores de “La Academia” en esos años. Y era cierto que los rebeldes pedían participación en los ingresos por venta de entradas, lo que no los hacía mercaderes, sino simplemente anunciadores de un estado de cosas que ya era realidad en otras partes: el profesionalismo.
Tengo un gran recuerdo de Magallanes y del “Míster”. Esta no me la contó él: Sergio Ogaz, “el Tripa”, tricampeón y goleador, en una ocasión le dio una bofetada al periodista. Resultado: castigado a perpetuidad y nunca más entró a una cancha. La disciplina y el honor eran sagrados en “La Academia”. Y supongo que lo seguirán siendo en este regreso a la primera división.
Cerca estuve también durante la presidencia de Hugo Vidal, un gran dirigente que llevó al club a niveles insospechados en los años 80. El suyo fue el Magallanes del estadio Vulco en San Bernardo, el de la clasificación a la Copa Libertadores y el triunfo sobre Bellavista en el Centenario, el de “los comandos” de Eugenio Jara. En esos días fui invitado para recibir el premio “Manojito de Claveles”. Llegué de yeso y bastón y el premio me lo entregó la hija del presidente, de quien no recuerdo su nombre, pero sí que era muy buenamoza.
La memoria, como se sabe, es muy selectiva.