La legitimidad es el gran problema que enfrentamos para redactar un nuevo proyecto constitucional. Sin embargo, es tal la sucesión de despropósitos del Gobierno y su coalición, que no ha dejado tiempo para debatir mejor este punto central. Esos descriterios nos desvían la atención, sin poder concentrarnos debidamente en lo fundamental. Entretanto, el tiempo avanza y se olvida que en el plebiscito se rechazaron terminantemente los desbordes en que incurrió la anterior Convención Constituyente.
Actualmente, hay una comisión de políticos que se reúne informalmente para establecer los bordes y sus custodios para el nuevo proyecto que se debe elaborar. En el fondo, lo que están haciendo es acordar una pre Constitución que va a dejar pauteado al organismo que, en definitiva, redacte el nuevo proyecto. Se alega en su defensa que se está velando por dotar de legitimidad el futuro proyecto, al concurrir en él la mayoría de las fuerzas políticas.
Es inexplicable que esta comisión informal haya reemplazado al Congreso y las respectivas comisiones constitucionales de ambas Cámaras, en circunstancias que ellas son el organismo legal y legítimo para desempeñar esta tarea. Si ya el plebiscito dejó establecidos los desbordes intolerables, el tema está zanjado. Y respecto de mecanismos, siempre tendrá que haber un nuevo plebiscito de salida.
Esta situación es más incomprensible aún si en esa instancia informal participan también quienes insisten en incorporar sutil y ladinamente los excesos rechazados. Porque dichos desbordes estuvieron relacionados con el afán de acabar con la existencia de la nación y del Estado chilenos. Es obvio que se debe cuidar este núcleo fundamental, pues es aquí donde radica lo que dará legitimidad a la nueva Constitución. El mandato explícito del plebiscito es un gran “no” a los desbordes.
Luego, hay que velar por la configuración del poder político para que podamos debatir, afirmar y disentir en la enorme cantidad de asuntos cotidianos que el poder debe manejar, y también decidir quiénes lo conducirán. Luego, señalar orientaciones básicas para que dicha acción vaya en beneficio de todos los chilenos, permitiendo que el país se oriente al futuro, tiempo que debe constituir el gran punto de unión de todos.
La legitimidad surge del acuerdo amplio y sólido para respetar el orden tácito que configura lo chileno y sus expresas instituciones, leyes y autoridades. Los caprichos quedan fuera por su propia naturaleza.