El progreso casi siempre pasa desapercibido. Solo procesos vertiginosos son evidentes mientras ocurren. Chile fue ejemplo en su momento. Se puso a dieta estricta hace décadas. No se dio paseítos en bicicleta, sino que fue al gimnasio en serio. El resultado fue rápido e indiscutible. Pero estas son excepciones, no la regla.
Para quien pasa por Perú de vez en cuando, la distancia ofrece la oportunidad de olfatear que algo interesante pasa allí. Dada su inestabilidad política y las dificultades de gobernar, uno esperaría encontrar un ambiente económico cada vez más precario. Sin embargo, los números dicen otra cosa. Es como si el país hubiese encontrado un piloto automático que lo mantiene, al menos relativamente, tranquilo y a flote.
Desde el 2010, Perú ha crecido un 5% más que Chile. Para el 2022 se proyecta que crecerá un 2,7% (Chile un 2%), un 2,6% (-1%) el 2023 y un 3,2% (2%) el 2024. De concretarse estos datos, nuestro vecino habrá crecido un 25% más que nosotros en este siglo. Tremendo logro.
Y este lento proceso se nota. Para un invitado habitual, llegar a Lima tiene algo de esa grata sorpresa del reencuentro con un amigo que logró perder peso desde la última conversa. El caos vehicular se mantiene, pero las avenidas y el entorno se han transformado. Nuevas carreteras unen a los distritos de la ciudad. Gigantes y modernas pantallas iluminan el camino desde Jorge Chávez hacia el centro (objetivos de piedrazos en otro lado). Las fachadas casi no tienen rayados, las calles se ven limpias y las tiendas no tienen miedo en utilizar vidrios en sus fachadas. En la avenida Tacna, el comercio puja. “Discúlpeme, ¿es seguro caminar por aquí?”, se le pregunta al conserje de uno de los muchos hoteles de la avenida Salaverry. “Sí, no se preocupe. No pasa nada”. ¿Sería la respuesta en un hotel de Santiago? El conserje tiene razón. Nadie camina con mochilas en el pecho (en vez de la espalda) o carteras escondidas entre la ropa. Es cierto ese dicho de que uno no valora lo que tiene hasta que se le escapa.
¿Podrá Perú extender su suerte? Sus debilidades institucionales dificultan el pronóstico, pero a pesar de estas el país avanza. Continúa posicionando sus productos de exportación en mercados exigentes, en el 2021 aprobó el TPP11, posee una marca país reconocida y, poco a poco, crece más que otros. Quizás ellos no lo notan, pero el potencial existe, sobre todo cuando en la región hay un vacío de referentes.
“Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”, escribió Vargas Llosa hace 53 años en “Conversación en la Catedral”. Se entiende de dónde viene el pesimismo del pasaje, pero hoy no sé si da para tanto. Eso sí, la observación de Santiago, el personaje de la novela (que la coincidencia no lo confunda), nos recuerda que para capturar la dirección que han tomado las cosas hay que observar y comparar el entorno. ¿Y la filuda pregunta? Cobra una relevancia vecinal hasta hace poco impensada. El retroceso lento también pasa inadvertido. Y cuando se nota, es demasiado tarde.