Martes 1 de noviembre en el Bicentenario de La Florida. Deportes Recoleta recibe a Magallanes en un partido que definirá si los carabeleros vuelven a Primera División después de 36 años. Los recoletanos necesitan sumar o esperar que Fernández Vial no gane para mantenerse en la segunda serie del fútbol profesional. Más de seis mil personas acompañaron a las dos escuadras. El grueso correspondió a “La Academia”. Se impuso el conjunto de Nicolás Núñez, gracias a dos penales anotados por el zurdo César Cortés. El mejor fue campeón.
La bandita de Magallanes tocó hasta tarde. La gente cantó, celebró, se emocionó y lloró. Por los años deambulando en las categorías menores y por los que ya no están. Una fiesta, con ese aire a civilidad que extrañamos.
Miércoles 2 de noviembre en el estadio Santa Laura. Unión Española y Universidad de Chile se ven obligados a iniciar con media hora de atraso la semifinal de vuelta de la Copa Chile. Un grupo de forajidos, uno incluso con una guagua, sobrepasa el anillo de seguridad e ingresa a la fuerza. Carabineros y algunos guardias capturan a los rezagados del lote de maleantes, pero un número no menor ingresa en la zona de la tribuna Pacífico. Los hinchas hispanos, los mismos que concurren cada 15 días a ver a su equipo, intentan salvar sus pertenencias, porque varios de los invasores andaban a la que salta para robar celulares o una prenda de ropa que les permitiera camuflarse y evitar que la policía los detectara.
Varios fueron identificados, pero el grueso llegó hasta la galería norte. Ahí vieron el partido a ratos. Por largos pasajes se empujaron, subían y bajaban los escalones, tiraban piedras y monedas a Miguel Pinto, de notable actuación, fundamental en la victoria 1-0 de los Rojos. El “pecado” del arquero fue jugar en Colo Colo. Una brutalidad. Cuando Julio Bascuñán pitó el final, varios de los barristas saltaron al campo, pero fueron controlados.
Con una diferencia de 24 horas presenciamos las dos almas del fútbol local. En la del duelo de Ascenso, observamos lo que ocurre en buena parte de los partidos de nuestras competencias. Es cierto que existen exabruptos, pero en la generalidad, son escasos. El problema radica en los tres grandes, a esta altura superados por las turbas que se organizan a través de redes sociales y anuncian con timbales y flautas que irrumpirán en los estadios. Una tendencia que afecta además a los recitales de reggaetón y música urbana, cuyas productoras se enfrentan a un fenómeno que veían lejano.
El respeto a la autoridad se perdió. En algún momento un sector de la población se sintió con las atribuciones suficientes para sobrepasar las normas básicas de convivencia y los ciudadanos, que asisten a los estadios, tienen que padecerlos en el transporte público y en las gradas.
No es fácil el panorama para la dirigencia del fútbol. A los generales y coroneles en retiro, a cargo de la seguridad de los clubes y de las canchas, tienen que incorporarse prevencionistas de riesgo. Así como estamos, el callejón no tiene salida. Aunque suene increíble, en 2022, el fútbol argentino fue más seguro que el chileno.