La estrella 33 de Colo Colo tiene un nombre: Gustavo Quinteros.
No hay dudas. El DT argentino-boliviano fue el artífice esencial en la construcción del equipo campeón y, pese a la evidencia, el reconocimiento le ha costado conseguirlo.
Curioso. Pese a que Quinteros no ha hecho más que reconstruir Colo Colo, ni más ni menos, ha debido bregar con una serie de críticas (muchas de ellas de excolegas devenidos en comentaristas y analistas sesudos de la quintaesencia futbolera) que han recalcado que su porfía constante por mejorar las condiciones de su plantel y sus ataques a los arbitrajes son una especie de llanterío que, por supuesto, denotan una bien ocultada ineficiencia.
Es la hora de poner las cosas en claro.
Gustavo Quinteros ciertamente se ha excedido en algunas ocasiones, como pasó alguna vez al hacer gestos obscenos a un rival. También es sin duda molesto que gesticule, que alegue cada faltita, que sea un constante moscardón en el oído del juez de línea y que acote, cada vez que su equipo no pueda ganar, que la cancha tenía imperfecciones.
Pero nada de eso debe nublar lo esencial, y eso es que le ha dado a Colo Colo una impronta futbolística que no tenía quizás desde los tiempos del equipo de Claudio Borghi.
Esta escuadra, la de Quinteros, es una que presiona de la misma forma que a ratos se repliega y maneja la pelota. No es un equipo de ataque desmedido y entrópico (salvo cuando ve que se le escapa una victoria), pero se puede parar con cierto desparpajo ofensivo ante rivales teóricamente superiores (el partido ante River en Santiago fue un hito). Defensivamente, sabe jugar mano a mano y, por si fuera poco, está trabajado en lo referente a las pelotas detenidas, un punto poco comentado.
No, no es que Quinteros haya construido una superfuerza. Colo Colo tiene carencias profundas. En especial si se le expone en el terreno internacional. Por eso el DT pide refuerzos, urge para que le traigan recambios, se pone exigente para que le llegue lo que necesita, como pasó con Leo Gil, Emiliano Amor y Juan Manuel Lucero.
Claro, ahí de nuevo Quinteros abre otro foco de ataque. Lo acusan de pedigüeño, de inconformista, de ambicioso. Que para qué quiere tanto jugador si tiene una cantera exquisita, variada, de puras joyas, sin reparar que las maduraciones no se hacen por decreto, sino que se dan naturalmente, como ha pasado con Vicente Pizarro.
Pobreza analítica hay en el medio a la hora de analizar su trabajo. Que Quinteros no escuche. Que siga dando su batalla, por incomprendida que sea.