Hace unos días el Servicio de Registro Civil emitió una cédula de identidad sin la M de masculino y sin la F de femenino, y solo con una X, dando a entender que la persona no se percibe ni como hombre ni como mujer. Se trata del activista Shane Cienfuegos, a quien la Clínica Jurídica de la Universidad de Chile le patrocinó una solicitud para obtener un cambio en la inscripción de nacimiento y colocar en vez de sexo masculino la de no binario. Al parecer, en primera instancia no le fue concedido, ya que se atribuye la orden a una sentencia de la Corte de Apelaciones.
Este caso no es el primero. Existen varias sentencias que han ido resolviendo lo mismo. La Clínica Jurídica de la Universidad de Chile anunciaba como fallo histórico la sentencia de la jueza del Primer Juzgado Civil de Santiago de 25 de mayo de 2022, que reconocía como género el de no binario. Pero las órdenes al Servicio no son uniformes, ya que algunas ordenan poner una “X” y otras la leyenda “no binario”, o “no binarie”, según el absurdo lenguaje inclusivo.
Todo esto es contrario a la ley, ya que esta solo reconoce el sexo y no el género. Hasta la Ley 21.120, de identidad de género, dispone que “se entenderá por identidad de género la convicción personal e interna de ser hombre o mujer...”. No hay en Chile una ley que consagre el llamado género no binario, por lo que el Registro Civil debió negarse a acatar estas sentencias y representarlas por ilegales.
Uno pensaba que el activismo de género llevaría a una pelea por obtener que los menores de 14 años pudieran rectificar el sexo. Pero ahora resulta que, con la colaboración de jueces y juezas, que no dudan en saltarse la ley para aplicar vagos derechos de tratados y documentos sin valor internacional, como los Principios de Yogyakarta (texto redactado por activistas de las teorías de género), está cundiendo la idea de que ya no existe el sexo biológico, sino “sexo asignado al nacer”, que lo que hay es el género autopercibido y que el “patriarcado heteronormativo” lo divide en masculino y femenino.
Lo no binario es un concepto “paraguas” que intenta asumir identidades y expresiones de género como femenino, masculino, fluido, queer, trigénero, bigénero, pangénero o agénero, y todas las posibles combinaciones a que dé lugar la autocomprensión de la persona, entre las cuales caben los intersexuales, que tienen caracteres biológicos de ambos sexos. No se trata de una identidad de género propiamente tal y solo por negación del sexo binario (masculino/femenino) adquiere consistencia.
Nada de esto implica estigmatizar o discriminar a estas personas, que sin duda han sufrido mucho durante su vida. Pero este cambio de sexo por una X traerá serios problemas sociales. Las estadísticas del INE ya no podrán señalar de qué sexo son las personas, ni cuántas mujeres u hombres hay en el país. Las políticas públicas, en salud y seguridad social, no podrán distinguir si se refieren a varones o a mujeres y esto sin contar las dificultades que se han planteado para las competencias deportivas, los servicios higiénicos y los recintos penitenciarios.
Tampoco se percibe que esto es contradictorio con exigir paridad entre hombres y mujeres, en las elecciones o en los directorios de empresas públicas o sociedades anónimas. Porque si lo femenino es subjetivo y no tiene relación ninguna con la biología, es claro que las mujeres no pueden reclamar derechos solo por ser tales; si la identidad femenina depende de la autopercepción, nada hay de especial para que se propicie la igualdad entre hombres y mujeres.
Esto lo han comprendido algunos movimientos feministas europeos que reclaman que dar derecho a los varones de identificarse como mujeres invisibiliza a estas últimas. De allí la protesta que ha surgido en España por la ley trans que prepara el PSOE y que propone hacer optativo el sexo para las personas.
Esta mezcla de ideologismo de género con activismo judicial nos pasará la cuenta, y luego no nos podremos lamentar. La sexualidad humana está siendo deconstruida por una política identitaria que exalta al individuo y su subjetividad, lo que menoscabará la identidad femenina y causará graves conflictos sociales. Mala cosa.