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Editorial
Martes 25 de octubre de 2022
Confusión por liceos Bicentenario
Pensar que todos los establecimientos públicos deban seguir un único modelo resulta de una miopía insólita.
Muy confusas han sido las comunicaciones de las autoridades educacionales respecto de los liceos Bicentenario. La primera noticia fue una reducción de su presupuesto en un 33 por ciento, seguida luego por el anuncio del ministro de Educación de que esta sería una política que se terminaría de modo gradual. Finalmente, el ministro, vía Twitter, sostuvo, dos días después, que estos liceos no solo seguirán existiendo, sino que serán apoyados y acompañados por el Estado. Parece haber influido en este aparente cambio de postura el rechazo que recibió en redes sociales el primer anuncio, así como la circulación de un video del Presidente Boric durante una visita a uno de estos liceos, en Talagante, hablándoles elogiosamente a sus estudiantes.
Con todo, como quedó claro con el paso de las horas, el compromiso de apoyo también tiene matices. Los liceos como tales seguirán existiendo, pero se les retirarán los fondos que se han aportado a su desarrollo vía convenios, en la medida en que estos vayan concluyendo, y no se crearán otros planteles de estas características. Hay que recordar que son 320 los liceos incluidos en este programa, los que cubren a aproximadamente 250 mil estudiantes en 213 comunas. Representan a poco más del 16 por ciento de la matrícula de educación media. La gran mayoría (185) son técnico-profesionales. Hay también 8 liceos artísticos. El programa considera una inversión relativamente baja que incluye, entre otros aspectos, capacitación en nuevos métodos pedagógicos, definición de nuevos procesos al interior de los establecimientos, orientación a los resultados y creación de altas expectativas al interior de las comunidades escolares.
Los montos anuales no han superado el 0,019 por ciento del presupuesto total de educación y el 2,1 por ciento del presupuesto operativo de la Subsecretaría, y aun así los logros son muy satisfactorios. En 12 de las 16 regiones del país, los planteles Bicentenario fueron los de mayor puntaje entre los establecimientos públicos en la Prueba de Transición para el ingreso a la educación superior 2021. De los 50 liceos públicos que obtuvieron los mayores puntajes en esa prueba, la mitad es Bicentenario. Más importante aún que estos indicadores es el hecho de que numerosas familias y las distintas comunidades educativas que albergan a estos liceos se han reencantado con la educación pública y han adherido a estos proyectos con un alto grado de compromiso.
El argumento que al final pesa en la decisión de las actuales autoridades educacionales es su afirmación de que el Estado debe dirigir sus políticas a todos los planteles públicos, como si esa definición prohibiera experimentar con distintas iniciativas para probar alternativas que pueden mejorar la calidad de la educación. La realidad es que el Estado ha demostrado poca capacidad para elevar los desempeños de los planteles estatales. En el actual gobierno, más allá de declaraciones altisonantes, las ideas para fortalecer esta educación brillan por su ausencia. Al mismo tiempo, el país está inserto en una crisis profunda de aprendizajes y de sentido de la educación pública, como muestra la realidad de los así llamados liceos emblemáticos. En ninguna de estas dimensiones hay una estrategia robusta y precisa. En este escenario, se vuelve aún más incomprensible quitarle respaldo a una experiencia que ha probado un grado importante de efectividad con una baja inversión y que puede generar un efecto magnético para otras comunidades educativas en el país.
Por cierto, la estrategia de los liceos Bicentenario puede no ser la más adecuada para todos los planteles. A la autoridad educacional le corresponde justamente promover las iniciativas que sean más apropiadas para las distintas circunstancias, pero pensar que todos los establecimientos públicos, como sugiere la autoridad educacional, deban seguir un único modelo resulta de una miopía insólita. Así, mientras las buenas experiencias públicas se diluyen, como ya ha ocurrido con los liceos emblemáticos, nada bueno se provee en su reemplazo. La idea de que se puede construir algo mejor partiendo siempre de cero no funciona en ninguna experiencia desarrollada por la humanidad. La educación no es la excepción.