Si algo caracteriza a Colo Colo en su historia, su capacidad para establecer hitos que se erigen como faroles para el resto.
Se diría incluso que los albos, cada vez que alcanzan un logro, se convierten en modelos a seguir. Eso, más que la cantidad de títulos, es lo que hizo de ColoColo el equipo de mayor arrastre.
El campeón versión 2022, el que desde ahora se conocerá como el “equipo de Gustavo Quinteros”, también ha sabido clavar una estaca con una bandera que sería importante seguir: que los procesos de construcción de una escuadra ganadora requieren siempre de un tránsito áspero y, a veces, hasta doloroso e incomprendido. No hay rutas fáciles ni menos atajos.
El equipo que se consagró en el “Francisco Sánchez Rumoroso” fue uno que se fue formando de a poco y cuyo punto de partida identificable fue el peor de los momentos vividos por los colocolinos en su historia: cuando logró zafarse casi de milagro del descenso, ese infierno desconocido que pareció muy próximo.
La salvación de última hora no solo generó alivio. Lo que realmente alentó fue la determinación, necesaria, de fijar el término de una era que implicó decisiones hasta incomprendidas como la despedida de sus emblemas de los últimos años.
El DT Quinteros sabía que el chip debía cambiarse si es que se quería empezar un nuevo ciclo virtuoso.
Y no pasó mucho para saberse qué es lo que eso significaba.
El argentino-boliviano deseaba que el nuevo ColoColo —el suyo, el que llevaría su firma— fuera dinámico, presionante y veloz para crecer competitivamente por lo que necesitaba piezas muy precisas. Distintas a las que había. Que fueran capaces, en definitiva, de atacar con contundencia y variedad, pero también de sostenerse mano a mano ante los contraataques rivales.
No muchos entendieron el mensaje técnico. En el renacer albo a partir de 2021, la lucha mayor de Quinteros fue contra todos los que lo criticaban por pedir siempre más para aumentar el volumen de su plantel. Lo acusaban de ser extremadamente inconformista (aunque esos mismos le exigían a su Colo Colo ser casi perfecto…)
Algunos no vieron lo que de verdad se estaba haciendo. Exigían, por ejemplo, la presencia masiva y poco sistemática de valores de la cantera como si poner jóvenes a destajo fuera la solución de todos los males sin notar que lo que se precisaba era generar las mejores condiciones para que esos valores tuviesen un tránsito natural (como lo demostró el caso de Vicente Pizarro).
Otros llegaron incluso a dudar del virtuosismo del proyecto simplemente por un par de errores propios y ajenos por parte del propio Colo Colo (y que, por ejemplo, derivaron en la pérdida inexplicable el título 2021) sin notar que, pese a los pasos en falso, los autogoles y algún disparo al pie, el plan seguía creciendo.
Este año, Colo Colo fue el mejor por varios cuerpos. Tuvo momentos bajos,pero nunca tuvo dudas de cómo había que jugar.
No brilló, pero se hizo fuerte a partir de la conciencia de sus debilidades. Y al coraje de quienes sustentaron el proyecto.
Una lección a aprender por el resto. Quizás otro hito que se convierta en el inicio de una nueva era.