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Editorial
Lunes 24 de octubre de 2022
Drogas en educación superior
Los resultados muestran que aún queda mucho por hacer en prevención.
Un reciente estudio del uso de drogas en establecimientos de educación superior ha revelado que persiste un patrón de consumo peligroso, especialmente en referencia al alcohol. La encuesta fue hecha por el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), mediante un sistema de encuestas online en que los mismos alumnos reportan sus consumos. Se encontró que cerca de un 60 por ciento declara haber bebido alcohol el último mes y de ellos, un 62 por ciento reconoce haberse embriagado. Si bien se registra algún progreso respecto de la encuesta anterior, realizada en mayo de 2019, cuando un 68 por ciento declaraba haberlo consumido e igual porcentaje admitía haberse embriagado, el avance es menor.
Las encuestas no fueron hechas en forma exactamente semejante, porque se ha ido aumentando la cantidad de instituciones, pero ello no debiera invalidar la conclusión general respecto de la más marcada declinación en el uso de otras sustancias. La marihuana cae del 50 por ciento de uso en el último año a un 32 por ciento. Algo similar puede decirse de la cocaína, usada por un 4,9 por ciento de los encuestados el año 2019 y que esta vez disminuyó a 2,9 por ciento, cifra que aún sigue siendo elevada tratándose de estudiantes. Asimismo, ha habido un discreto aumento en la percepción de riesgo de fumar marihuana con frecuencia, puesto que subió de 28 a 38 por ciento la proporción de quienes así lo estiman. Sin embargo, no se registran mayores variaciones ante conductas tan transgresoras como el consumir pasta base o éxtasis con frecuencia. Si bien en los resultados no se indica claramente, es increíble que un ocho por ciento de los jóvenes de la educación superior chilena no estime riesgoso consumir pasta base o cocaína con frecuencia, puesto que solo el 92 por ciento así lo considera.
Otro aspecto llamativo, más allá de la proporción absoluta de bebedores, es la disminución de la brecha entre hombres y mujeres, que baja de seis por ciento hasta cerca de un dos por ciento. Esto debiera ser un llamado a extender con más atención los programas de prevención a ambos grupos.
La percepción de riesgo entre los jóvenes es un elemento clave para llegar a detenerlos en sus conductas exploratorias, propias de esa etapa de la vida. La encuesta ha sido hecha entre estudiantes universitarios y otros igualmente preparados para comprender los riesgos a que se exponen. Sin embargo, aun en este grupo se registran altas proporciones de jóvenes que consumen drogas de alto riesgo o alcohol en exceso, exponiéndose a serios peligros. Estos van desde la disminución del rendimiento académico hasta accidentes con consecuencias mortales, pasando por otros efectos negativos que incluyen lesiones, cambios en las funciones cerebrales, agresiones sexuales y otras conductas reñidas con la ley. La necesidad de intensificar los programas de prevención queda demostrada con estos resultados, que, si bien reflejan un mejoramiento, también indican que aún falta mucho por hacer. Los cursos de Senda sobre prevención debieran ser examinados por todas las instituciones de educación superior para mantenerlos al día, con materiales atractivos que fomenten una vida sana, libre de drogas.