Varias veces en esta columna hicimos notar lo cansador que resultaba que el expresidente Piñera usara siempre tres conceptos para reafirmar sus dichos. A veces eran adjetivos, otras veces sinónimos. “Enfrentaremos la delincuencia con firmeza, decisión y fuerza”; “construiremos un país más próspero, fértil y boyante”; “quiero agradecer su apoyo con todo el corazón, el alma y el espíritu”.
Ustedes se acuerdan.
El problema es que el nuevo mandatario tiene mañas similares, solo que en versión mutante.
“¡Exijo respeto! ¡Exijo respeto! ¡Exijo respeto! ¡Exijo respeto!”, se despachó este jueves. Cuatro al hilo. Su cara se veía desencajada por la ira y con su dedo apuntaba a un señor de pelo canoso amarrado en la nuca con una colita del tipo tomate que le enrostró su apoyo al proyecto de nueva Constitución.
Se vio mal la imagen. Porque “exigir” respeto a los gritos desde lo alto de un podio cuando uno es jefe de Estado se parece mucho a un acto de autoritarismo. Albert Camus decía que “no hay nada más despreciable que el respeto basado en el miedo”.
Por eso creo que tal como hubo consejos al expresidente Piñera sobre sus cacofonías y redundancias, es justo y necesario ensayar para el nuevo gobernante algunos tips sobre el manejo de la ira.
1.- Evitarle disgustos: Como se ha visto que al mandatario le molestan las interpelaciones puntudas, capciosas, lo mejor es prevenirlas. Hay que usar aquí una de las acepciones del dicho “Si saben como me pongo, para qué me invitan”, solo que al revés. O sea, “si saben como se pone el Presidente, para qué lo invitan”. Así, los asesores de Palacio deberían impedir que el jefe tenga contacto con reporteros agudos o microemprendedores angustiados o dueñas de casa hartas de la inflación o vecinos choqueados con la delincuencia.
2.- Ejercicios de relajación: Es posible que el Presidente esté sometido a demasiado estrés y por eso reaccione de modo exaltado frente a meras discrepancias. La actividad física, la meditación, el yoga son comprobadamente útiles para enfrentar situaciones así. Pero para un político puede haber otros trucos. Ir a contemplar una puesta de sol junto a Eduardo Frei, en silencio total, dicen que produce un efecto largo de pacificación de espíritu. No se debe confundir con aburrimiento, esto es terapéutico.
3.- Humor: La risa es un remedio infalible, lo sabemos bien; mejora la toma de aire con alto contenido de oxígeno, estimula el corazón, los pulmones y los músculos, y aumenta las endorfinas que se liberan en el cerebro. He visto que todos los que rodean al Presidente son personas seriotas, como bitter, y no veo quién podría alegrarle la vida al number one. Y eso que tienen gente jocosa cerca. Piensen en Jadue, con su estilo ochentero onda “filo, filo contigo”... es un chiste.
4.- El método Luis Miguel: “No culpes a la noche, no culpes a la playa, no culpes a la lluvia”. Dicen que lanzarles a otros la responsabilidad de los problemas termina siendo más tensionante para uno. O “será que no te aman”, como dice la canción. Y frente a eso no hay mucho que hacer.
Como ven, cuatro consejos para erradicar las cuatro repeticiones. Ojalá sirva.