Chile acarrea un problema de gobernabilidad hace años. Este facilitó la caída del país en la trampa del ingreso medio casi una década atrás e impidió el desarrollo de agendas para sacarlo de ese pozo. Es una dificultad institucional que siempre tiene el mismo nefasto efecto: frenar el crecimiento. ¿Cómo se manifiesta hoy?
El desarrollo de toda organización depende de su capacidad para conducir procesos de negociación entre sus partes. Por eso, aquellas constituidas por pocos grupos bien definidos tienden a tener mejores logros. En fácil, logran articular acuerdos. Este simple principio organizacional ayuda a identificar algunas de las problemáticas que afectan a la política en Chile.
Veamos. Hoy existe más de una decena de partidos con representación popular en el Congreso chileno. Estos cubren un amplio espectro de identidades ideológicas. En principio, tal situación podría complejizar cualquier negociación parlamentaria. Efectivamente, algo de eso ocurre. Sin embargo, cuando se examina la reciente dinámica organizacional del conjunto de partidos se distinguen algunos macrogrupos. No son dos como bajo el binominal, sino más bien tres, como en ese antiguo rayado de cancha de los tercios de la política nacional pre 1973. ¿Novedad? Ninguna. Derecha, centro e izquierda. Más viejo que el hilo negro.
A pesar de la falta de originalidad que significa el fenómeno, a más de alguno puede sorprender. Por ejemplo, a parte del nuevo centro. Algunos de sus dirigentes siguen negociando (entre ellos) como si existiesen dos bandos, cuando realmente emergen tres. Tal confusión puede tener consecuencias materiales si evita que el centro forje rápidamente identidad propia.
Y quien no se nota confundido por la nueva reorganización es el Presidente Boric. Sus instintos por sostener a como dé lugar su coalición son consistentes con la idea de blindar lo que él considera es su tercio. Ahora, ¿será exitoso? Pronóstico reservado. Y es que el Socialismo Democrático, Frente Amplio y Partido Comunista parecen unidos con engrudo. Vea lo ocurrido con el TPP11. Las desavenencias oficialistas son tan evidentes que no se descarta que las famosas side letters sean puro tongo. ¿El costo? Una oportunidad para sacar al país del estancamiento en injustificada pausa. Ahora se plantea la “OPEP del triángulo del litio”, entre Argentina, Bolivia y Chile. Gran oportunidad para Australia. Uno no sabe si reír o llorar a esta altura.
Pero esas equivocadas decisiones no son lo más preocupante del caso. Como en cualquier sistema, los esfuerzos por evitar la fractura de una parte tensionan el todo. En el Chile actual, esto se siente. ¿Cómo? Gobernar cuando hay tres tercios requiere pragmatismo y flexibilidad: se llega a acuerdo con el adversario A en un tema y con el B en otro. Bien gestionado, el resultado puede ser virtuoso. Pero para eso se requiere una plataforma estable desde donde negociar. Sin ella, los adversarios no tienen incentivos para conversar ni llegar a acuerdos. Por eso las señales de un frágil tercio alertan sobre la gobernabilidad del conjunto. Justo lo que no necesita un país que se posiciona como el de peor crecimiento económico en la región el 2023.