Como pocas veces en sus casi 90 años de existencia, el fútbol profesional chileno enfrenta un proceso eleccionario de tanta complejidad. Una actividad que convoca a millones de personas, generadora de empleo, que muchas veces es el termómetro anímico de un país, será definida por 33 votantes de los clubes de Primera División y Ascenso que forman la ANFP.
El fútbol está sumido en la peor crisis de su historia, porque a diferencia de otros momentos, cuando el tema era pagar a los jugadores, hoy no se conoce el rumbo. No se sabe dónde ni cuándo se disputarán los partidos (tampoco si concluirán), carece de vinculaciones sólidas con el gobierno y las demás instituciones del Estado, en un escenario en que la violencia superó hace rato su margen de maniobra.
En circunstancias normales, la reelección de Pablo Milad y su mesa sería un despropósito, pero en la realidad paralela que viven los dirigentes del fútbol, el curicano dispone de una buena opción, a pesar de que en todos los ámbitos de su gestión reprueba. En conflicto con sus socios comerciales, con escasa capacidad para generar los negocios que este deporte es capaz de levantar, sin iniciativa para acercarse al Senado, donde se discute la reforma a la ley de Sociedades Anónimas Deportivas, con los torneos devaluados, con un director de selecciones nacionales que no dio el ancho, con el arbitraje destrozado por un caso en el que se probó la violación del VAR, sin que prosiguiera la investigación que la probidad del sistema demanda, con declaraciones para la galería que buscan una acción comunicacional, su continuidad garantiza un panorama —salvo un milagro— de vuelo menor.
Cuesta entender que Universidad Católica, un club modelo en estos años, a partir del tetracampeonato, la producción de jugadores y la reconstrucción de su estadio (la mejor noticia del año, quizás) se incline por la actual conducción. Si Cruzados aspira a un salto adelante, requiere otra mirada en Quilín.
La revisión de los estatutos es clave. Los clubes abrocharon hace más de una década los porcentajes de dinero que perciben por la televisión, pero quedaron amarrados y no tienen ningún premio por sus logros. La UC fue tetracampeón y no recibió un peso, lo mismo que los cuadros que ascienden. Se castiga al que gana, porque en la medida que obtiene éxitos sus obligaciones y desafíos crecen. Otro tema clave es la multipropiedad. Hoy los controladores de La Calera, San Luis y Audax disponen de cinco votos. Pueden resolver la elección, si observamos lo ocurrido en los procesos recientes.
La inscripción de listas estableció que los vínculos entre los controladores de Huachipato (Victoriano Cerda) y Universidad de Chile (Sartor y sus amigos) eran más que una suspicacia. Entre ambos operaron una nómina para apoyar las aspiraciones de Lorenzo Antillo. A buen entendedor, pocas palabras.
En el caso de Fernando Aguad, el mayor accionista de Palestino, su lista recoge la vieja tradición dirigencial local. Gente de fútbol, que sabe llegar sin Waze a la ANFP, con peso empresarial, que puede equivocarse, pero con los años de circo suficientes para dar el volantazo que el fútbol chileno implora cuando se acerca al centenario del profesionalismo.