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Editorial
Miércoles 19 de octubre de 2022
La urgencia de atacar la pobreza
Mientras la discusión sobre desigualdad acapara la atención, la pobreza afectaría este año a más de dos millones de personas.
Según el Banco Mundial, la pobreza en Chile, medida por su umbral de 6,85 dólares ajustados por paridad de compra, llegaría este año a un 10,5 por ciento. Se trata de un alza significativa respecto de 2021, cuando alcanzó solo a un 2,1 por ciento. Por supuesto, este último número no era sostenible, al haber sido el resultado de transferencias monetarias elevadas y masivas (el Ingreso Familiar de Emergencia) y de los retiros desde los fondos de pensiones (aunque estos últimos llegaron en una escasa magnitud a los hogares de menores ingresos). En todo caso, la comparación tampoco es favorable, por ejemplo, con el año 2017, que observó una tasa de pobreza de 7,5 por ciento. Es posible que esta haya sido algo más baja en 2018, pero no hay antecedentes para ese año.
La principal razón para el aumento de la pobreza entre 2017 y 2022 seguramente está en la caída de la tasa de ocupación. Si en el primero de estos años ella alcanzó un 58,3 por ciento, en el presente 2022 no superará el 55 por ciento. Esta diferencia significa que en la actualidad hay del orden de 531 mil menos personas empleadas. Este ajuste ha recaído con especial fuerza sobre los trabajadores con menos calificaciones. Piénsese que, con respecto a 2017, hay en la actualidad un 3,6 por ciento más de personas ocupadas, pero si se considera solo a los profesionales, su empleo es hoy un 26 por ciento más alto; en cambio, el de las personas que, de acuerdo con el INE, realizan ocupaciones elementales, es un cuatro por ciento más bajo. Ahora bien, la fuente principal de recursos de los hogares son los ingresos laborales. En efecto, un 82,1 por ciento de los ingresos monetarios de las familias provenían en 2017 del trabajo.
Si a lo anterior se agrega que la protección de los ingresos del trabajo es en Chile débil, y sobre todo pensando en que una parte importante de la pérdida de ocupación ocurrió en sectores informales, la hipótesis planteada más arriba cobra fuerza. Al mismo tiempo, las transferencias monetarias son relativamente pequeñas en nuestro país (con la excepción, claro, de las ayudas por la pandemia) y han estado concentradas en las personas mayores. Ello da cuenta de un diseño insuficiente de la política social. Para comprenderlo, hay que recordar que aquellas son las que exhiben una menor tasa de pobreza. En 2017, medidas por los indicadores chilenos tradicionales, la pobreza de toda la población alcanzaba a un 8,6 por ciento (algo por encima de la medición del Banco Mundial), pero la de los mayores de 60 años llegaba a un 4,5 por ciento, mientras que la de los menores de 18 años, a un 14,1 por ciento. En efecto, no parece aquilatarse suficientemente la heterogeneidad que presenta la pobreza en Chile (la diferencia es más abrumadora entre regiones; en ese año fluctuaba entre 2,1 por ciento para Magallanes y 17,2 por ciento en La Araucanía). Su aumento probablemente ha acrecentado esta heterogeneidad. Así, por ejemplo, a propósito de medidas como la PGU (Pensión Garantizada Universal), no sería raro que la pobreza haya disminuido entre los mayores de 60 años y se haya incrementado desproporcionadamente entre los niños y adolescentes.
Que la política social no esté atenta a esta realidad sugiere su mal diseño y la necesidad de repensarla para combatir la pobreza. Sin embargo, se ha dejado en Chile de hablar de esta situación, que afectaría este año a más de dos millones de personas y que seguramente los mantendrá empobrecidos en los años siguientes. La discusión sobre la desigualdad —que, dependiendo de la forma en que se esté distribuyendo la PGU, podría no aumentar— ha acaparado la atención. Pero para la cohesión social, el bienestar social y la igualdad de oportunidades es mucho más urgente atacar la pobreza. Por lo demás, si este flagelo se aborda apropiadamente, la desigualdad también debería reducirse (esto, aun cuando, si ocurren otros fenómenos, esta posibilidad podría postergarse en el corto plazo). En las actuales circunstancias, es indispensable retomar la discusión de cómo superar la pobreza y proteger a los grupos medios emergentes de que retrocedan a una condición que exigió mucho esfuerzo de su parte superar.